20230627 / Mauricio Zina - adhocFOTOS/ URUGUAY/ MONTEVIDEO/ POLITICA/ Paro nacional y movilizacion en conmemoracion de los 50 años años de la Huelga General en el barrio La Teja en Montevideo. En la foto: Paro nacional y movilizacion en conmemoracion de los 50 años años de la Huelga General en el barrio La Teja en Montevideo. Foto: Mauricio Zina/ adhocFOTOS

El 9 de julio en presente

Gonzalo Perera

A Don Julio Anguita se le iluminaba la mirada cuando hablaba de su Andalucía, mixtura morisca “profundamente Lorquiana”, en la que poesía y música, amor, pasión, baile, fiesta y llanto habitaban puertas muy contiguas en las calles de la sensibilidad popular.

“A las cinco de la tarde”, vaya si consigna Lorquiana, en la voz del gran Ruben Castillo nos recuerda un momento muy singular de nuestra historia, el 9 de julio de 1973, en que en medio de la Huelga General declarada contra el golpe de Bordaberry y los uniformados “made in USA” del 27 de junio, una inmensa movilización popular respondió a la convocatoria a desafiar a la dictadura. Esa movilización desató una brutal represión masiva que posiblemente haya sido la represión callejera a mayor escala de nuestra historia y no precisamente por azar. Con la dimensión de la violencia desatada. los militares y policías (las llamadas Fuerzas Conjuntas) que operaban para intereses económicos muy claramente definidos, mostraron con absoluta premeditación, hasta dónde estaban dispuestos a ir para imponer el modelo económico neoliberal en estado puro, sin contemplación alguna. No se dieron cuenta que estaban por lo tanto también impulsando a que militantes del campo popular entendieran que eran horas de jugarse por entero. Si bien es imposible no pensar en roperos, guanacos, palazos y otras “delicadezas” cuando se visualiza aquel 9 de julio, también recuerda que muchas personas, de diversas edades e historias de vida, tomaron partido por la resistencia frontal a la dictadura, por todas las vías a su alcance. Muchas de esas personas pagaron ese heroísmo, ese admirable gesto de amor a los demás con su vida. Otras muchas de esas personas no sabemos dónde están y tenemos que insistir una y otra vez en la necesidad de que los que saben, digan la verdad.

Es que la política parece un ejemplo cuasi perfecto del principio newtoniano de acción y reacción. Si grande y profunda es una revolución como la cubana, grande e intensa será la agresión contrarrevolucionaria, parapetada en el águila imperial del norte. No hay mayor elogio que se pueda decir sobre la revolución de los barbudos del verde caimán del Caribe, que constatar el odio feroz que despierta en las fuerzas más reaccionarias, abusivas, asesinas y terroristas del planeta, como las que se guarecen en los Estados Unidos de Norteamérica. Si lo peor de la especie humana odia militantemente la Revolución desde hace más de seis décadas, es absolutamente innecesario cualquier otro elogio para honrar la República de Cuba. De igual modo, cuando una feroz represión fascista se desata sobre un pueblo, es como si se intentara destruir un curso de agua apretándolo con mucha fuerza: el agua se escurrirá, encontrará hendiduras por donde filtrarse, tarde o temprano se acumulará y volverá a brotar, posiblemente con mayor caudal aún. La salvajada represiva del 9 de julio hizo que la resistencia apretara los dientes más firmemente que nunca en cada rincón, en cada actividad, y que a la menor oportunidad se manifestara públicamente con tanto o mayor firmeza que antes.

Pero cuando hablamos de estos temas, hay un error en el que no podemos caer, y es pensar que estamos hablando del pasado. Algo que ocurrió en determinado momento y terminó, fin. Por varios motivos, esa mirada implica un craso error. Por lo pronto al 9 de julio y las grandes contradicciones de intereses y proyectos, entre el campo popular y el gran capital y sus lacayos de turno, llegando al máximo nivel de tensión posible en cada contexto específico, hay que mirarlo siempre en presente, pues ésa fue la sustancia del 9 de julio y de toda la lucha social y política en que se inscribe.

Entendámonos: hoy no nos andan reventando a palos y sablazos cada dos por tres. Tampoco escuchamos al terminar la tarde los acordes de la marcha 25 de agosto para luego llenarnos de inmundicia al obligarnos a ver los nombres y rostros de los “requeridos” por “sediciosos” en cadena nacional, que quien más, quien menos, todos pasamos por la traumática experiencia de ver el rostro de una persona que era familiar, o con lazos de amistad, o vimos el rostro una persona referencial y querida. Vale acotar que esa suerte de tortura psicológica cotidiana a las que nos sometió la dictadura fue terrible, y quizás deba estudiarse con detenimiento cómo marcó a quienes crecimos con esa cotidianidad tan asquerosa. Tampoco hoy se desaparece gente ni se secuestran bebés de forma sistemática. No pretendemos decir disparates: es evidente que la situación en que vivimos hoy guarda muchas diferencias con los horrores de la dictadura. Es evidente y es una conquista de la movilización popular, no un regalo de algunos autoproclamados geniales negociadores, como el tristísimo personaje que tiene a la izquierda entre ceja y ceja. Sin embargo, siendo obvio que no vivimos bajo las mismas circunstancias, los procesos de fondo que transcurren guardan mucha similitud.

Por ejemplo, en aquel entonces el gran capital saqueaba a las clase trabajadoras activas y pasivas y ahora, también. Hoy se hace con mejores modales, pero la ferocidad del desplume es la misma. La reforma de jubilaciones y pensiones realizada por el gobierno herrerista con arco iris de fondo decorativo, es la más brutal transferencia de activos de las clases trabajadoras al gran capital concentrado. Frente a semejante agresión, las organizaciones sociales con la central sindical al frente tomaron, como en aquel 1973 con la Huelga General y la gradual organización de los trabajadores desde la clandestinidad, el camino de la resistencia, de oponerse y enfrentar el despojo. Algunos grupos políticos del Frente Amplio, lamentablemente no todos (pero aquí nunca criticamos las opciones de otros, quede claro, en honor a ese activo primordial llamado Unidad), nos plegamos al arduo trabajo de recolección de firmas para conseguir que una propuesta profundamente alternativa y alineada con los intereses populares sea objeto de decisión en las urmas. Conseguimos las firmas y habrá plebiscito, Y si las conseguimos, con gran viento mediático muy en contra, es porque, como todo aquel que juntó firmas lo sabe, la propuesta de reforma de la derecha genera un enorme rechazo entre toda la población excediendo larguísimamente el marco del FA, que, sobre todo en pueblos chicos donde todos nos conocemos, sabemos que levantamos firmas de gente que es visceralmente blanca, o colorada, o de otras orientaciones afines al gobierno. Al que defienden incluso en general, pero no en éste punto, que lo consideran un atropello, con razón. Por lo tanto, lejos de temer las consecuencias de adherir a la causa del sistema de jubilaciones y pensiones que privilegie los intereses de los trabajadores y no los del gran capital concentrado, habría que abrazar esta causa como lo que es, un fuerte vínculo con una gran mayoría de la población, completamente transversal a los partidos políticos. Como nos unimos en torno al combate al saqueo neoliberal y la defensa de la democracia en las luchas de aquel 9 de julio, también acumulando grandes mayorías transversales a los partidos.

Por lo tanto, parece evidente que, salvando diferencias obvias, la reforma de jubilaciones y pensiones nos pone hoy, aquí y ahora ante la misma disyuntiva que aquel 9 de julio, el del muy Lorquiano “a las cinco de la tarde”.

El 9 de julio de 1973 no puede ser un recuerdo del pasado, sino un legado, un mensaje claro, siempre en presente.

Foto

Paro nacional y movilización en conmemoración de los 50 años de la Huelga General en el barrio La Teja en Montevideo el año pasado. Foto: Mauricio Zina/ adhocFOTOS.

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