Por Gonzalo Perera.
Si hay algo universal en este planeta es el agua. Cubre la mayor parte de su extensión, es lo más apreciable desde el espacio y es un elemento indispensable para la vida en sus más variadas formas. Aunque amenazada, deteriorada, contaminada, cubierta de plásticos y otros desechos, pensar en el agua nos hace pensar en la vida y a la vez, en absolutamente todo el planeta. Si bien hace intervenir al agua de modos distintos según gustos y costumbres, el mate es un elemento común de Paraguay, Argentina, Uruguay y del sur del Brasil. Pero el mate como compañero inseparable del andar cotidiano, unido permanentemente al termo, eventualmente transportados en alguna “matera”, es un rasgo que identifica al Uruguay, al punto que es uno de los pocos elementos por el cual nos identifican rápidamente quienes más se nos parecen, nuestros vecinos del otro lado del charco. Al punto que si alguien de otra nacionalidad, como el célebre futbolista francés Antoine Griezmann, aparece siempre acompañado de termo y mate, aún quien no conoce su trayectoria o con qué futbolistas y técnicos se formó, deduce inmediatamente que fue “catequizado” por algún uruguayo y no se equivoca.
El 21 de setiembre de 1920 comenzaba a andar un proyecto a la vez tan universal como el agua y tan uruguayo como el mate. Una organización revolucionaria, basada en el marxismo-leninismo e inserta, como consecuencia, en una realidad específica desde la cual debe elaborar las vías propias para alcanzar la sociedad sin explotados ni explotadores. Que opta por ser fermento de organización de las clases trabajadoras y de las organizaciones populares todas, por ganar espacios, derechos y conciencias por la vía democrática.
Que, como toda construcción humana, atraviesa diversos ciclos y no pocos cimbronazos. Que como toda organización revolucionaria, recibe los odios y persecuciones de los poderosos, desde las ridículas operaciones de propaganda y difamación, hasta las salvajes torturas, asesinatos, desapariciones y toda forma de represión posible durante los años del terror. Que por momentos genera recelos entre otras visiones revolucionarias o más generalmente, de izquierda. Que también comete sus errores y sus lecturas equivocadas, porque “nada de lo humano nos es ajeno” admite varias lecturas, y una de ellas, indispensable, es recordar que la condición humana habita en esta construcción con todas sus luces y sus sombras.
El partido de los perfectos no existe, se suele bien decir y más aún, si alguien se dedica a la búsqueda de rodearse sólo de los iluminados e inmaculados, si llega a formar algo, será una selecta tertulia para tomar el té de las cinco de la tarde, pero ciertamente jamás ni tan siquiera rozará la construcción de una organización revolucionaria.
El camino de esta construcción de 101 años lo lleva a concebir la Teoría de la Democracia Avanzada como vía uruguaya a la revolución, en permanente elaboración y para la cual la Unidad es una condición indispensable. La Unidad Política, superadora de los viejos desencuentros antes referidos con otras visiones de izquierda, tejida pacientemente ayer y hoy, con hitos como los de 1962 con la constitución del FIDEL o, en un verdadero antes y después en la historia política del Uruguay, los de 1971, con la fundación y organización del Frente Amplio. La Unidad también de todas las fuerzas sociales que apuntalan los cambios radicales en nuestra sociedad, con un hito ineludible en 1966, en la fundación de la CNT, para mencionar el más claro ejemplo, en un acto que también es profundamente político, aunque no en el sentido electoral.
Buena parte de esta construcción de 101 años, profundamente democrática y que sus sobradas credenciales al respecto las gana con sangre, sudor y lágrimas, consiste en insistir que, así como hay que apostar a las instancias electorales para incidir en las esferas de gobierno, la política no se reduce a lo electoral, de frecuencia más o menos quinquenal. La política es cosa de todos los días, de la fábrica, de la asamblea gremial, de la reunión vecinal, de la reivindicación estudiantil, de generar ámbitos sociales y deportivos que apuesten a generar conciencia, de la cultura en sus múltiples expresiones. Cada paso adelante en construir avances en cualquier ámbito de la sociedad hacia más y mejores derechos, siempre visualizado como una expresión concreta de la gran acción unitaria tendiente al cambio radical de la sociedad, es parte esencial de su visión. Va de suyo que conceptos como el de “carrera política” o cualquier otra forma de centrarse en una aspiración personal, no tienen cabida, sino que se ocupa el lugar que se debe ocupar en cada circunstancia para el objetivo colectivo.
Que todo grupo humano tiene referentes y rostros visibles que lo representan es una obviedad, pero esas responsabilidades surgen del colectivo que apunta hacia una persona llegado el momento, no de la persona clamando por el lugar que desea.
Sin soberbia alguna, sin pretender darle lecciones a nadie, eso a veces le lleva a ver los problemas desde la perspectiva adecuada. Hacer lo que hay hacer, no lo que haga salir en la foto. Parece una pavada, pero, vaya si no lo es. Por lo pronto obliga a entender qué es lo que hay que hacer y ello, a pensar, a estudiar, a informarse, a analizar, a discutir, sintetizar y actuar en consecuencia. Obliga a expresarse con una altura acorde a esa elaboración. Que no implica hablar “en difícil” ni andar con “gre-gre”, sino dar argumentos sólidos y explicarlos claramente. Por eso esta construcción, universal como el agua y uruguaya como el mate, genera que quien tiene mucha calle y conocimiento de la vida se esfuerce en aprender a expresarse ante quien no tiene su misma experiencia, o a que quien tiene mucho tiempo de estudio de un tema deba aprender a comunicarse con cualquier vecina o vecino, etc. Todos aprendiendo de todos, todos aprendiendo algo, todos tratando de ser a la vez contundentes y claros, sin griterías ni bravuconadas, desde el respeto, la firmeza y la claridad.
Dejé para el final una pregunta crucial: ¿qué hace a una persona integrarse a esta organización sabiendo que se ganará enemigos ipso facto? Más allá de una sensibilidad previa que puede venir de la experiencia vital o de las lecturas, el empujón clave lo da el ejemplo. El de esa esa persona que trabaja, estudia o participa en cierta actividad con nosotros y lo hace de forma ejemplar, que siempre está en primer lugar a la hora de la solidaridad o la defensa de derechos, a la hora del esfuerzo y del pensar, aportar argumentos, escuchar, tejer unidad, limar asperezas. Que nunca reclama para sí nada más que poder aportar al colectivo. Que, tras una gran victoria o derrota, se levanta de nuevo a seguir luchando, con el mismo talante, siempre atenta al paso que hay que dar hoy, pero mirando lejos, al horizonte de objetivos quizás inalcanzables, pero que ayudan a no extraviarse. Esos ejemplos, a los que le podría poner tantos y tantos nombres, son los que convocan, por admiración y reconocimiento, a integrarse a este colectivo.
Universal como el agua, uruguayo como el mate, siempre buscando cobrar altura y nunca ceder a la tentación de la bajeza, sembrador de tantos y tantos ejemplos vivientes que, sin decir palabra y por su accionar cotidiano, impulsan a acercarse a tantos que buscan una sociedad radicalmente más humana, digna, justa y libre.
Hablamos, claro está, del Partido Comunista de Uruguay ¡Honor y gloria!