Eduardo Lorier
Nos tememos que los asuntos nacionales y departamentales han hecho pasar desapercibidos para la mayoría de la población uruguaya los cambios nunca vistos que se están produciendo en las relaciones entre Estados Unidos y China, por lo menos desde 1978 en adelante, en que se inaugura la política de Reforma y Apertura bajo la conducción de Deng Xiaoping,
En efecto, el corte abrupto de las relaciones comerciales entre estos dos gigantes de la economía mundial puede significar el cambio más importante que veremos en nuestras vidas, marcando un antes y un después en la historia mundial.
Es un momento peligroso no sólo en lo económico sino también en lo político y lo militar. Es muy conocida la frase del gran estratega militar prusiano Carl von Clausewitz acerca que la guerra es la continuación de la política por otros medios. En este caso, diríamos que la política arancelaria de la administración Trump (equivalente a una guerra comercial) puede transformarse en una guerra en toda la regla.
Aunque a nosotros nos parezca improbable que la guerra comercial termine pronto (si bien con Trump nada se puede afirmar definitivamente), también nos parece improbable que se convierta en una guerra abierta, ya que esta no tendría vencedores.
Si la Unión Soviética y Estados Unidos lograron evitar una guerra abierta en el siglo pasado, confiamos en que Estados Unidos y China también deberían poder hacerlo ahora.
Sin embargo, es de una gravedad alarmante que los canales de diálogo entre ambas potencias estén reducidos a la nada en lo político, con un secretario de Estado de Estados Unidos (equivalente a nuestro ministro de Relaciones Exteriores), el ex senador Marco Rubio, con una acentuada diplomacia “anticomunista” y que es el primer secretario de Estado que no puede entrar a China porque en 2020, siendo senador fue sancionado por Beijing por impulsar un proyecto de ley que prohibía la entrada de funcionarios chinos a Estados Unidos y por apoyar los movimientos de protesta en Hong Kong.
Dicho esto, una cosa debería quedar clara desde el inicio: China está más preparada para estos acontecimientos, los esperaba más tarde o más temprano y podrá lidiar con ellos. A la inversa, no creemos que Estados Unidos pueda soportar las consecuencias de sus propias acciones, que son algo así como pegarse un tiro en el pie, un daño autoinfligido.
Es un hecho constatable y medible científicamente que la incertidumbre reina en Estados Unidos sobre la política económica que seguirá Trump. A los sucesos ocurridos el 2 de abril, en el cual impuso aranceles recíprocos a la totalidad de los países, para luego desdecirse y suspenderlos por 90 días, excepto los que estableció para China, que quedaron en el 145%, le sigue la amenaza de destitución de Trump a Jay Powell, presidente de la Reserva Federal (equivalente a nuestro Banco Central), porque no baja las tasas de interés. El mandato constitucional de Powell culmina en mayo de 2026.
El lunes de esta semana informaba el Financial Times que ante tales amenazas una y otra vez repetidas, “el dólar alcanzaba su mínimo en tres años frente a una cesta de sus principales socios comerciales, [mientras] el oro subió, alcanzado un récord de 3.406 dólares por onza troy […] La deuda soberana estadounidense se desplomó ya que los inversores globales podrían estar reconsiderando sus tenencias de carteras, abandonando el dólar para refugiarse en el euro y el yen”.
Las medidas se produjeron después que Kevin Hassett, director del Consejo Económico Nacional, afirmará que Trump ‘seguiría estudiando’ la posibilidad de destituir a Powell. El presidente había afirmado el jueves que tenía derecho a despedir al presidente de la Reserva Federal”.
En conclusión, el capital financiero hegemónico percibe los peligros de que la economía estadounidense se vea envuelta en un estancamiento con inflación (estanflación), lo que lleva a “una creciente desconfianza en la credibilidad de los activos estadounidenses”, léase dólar y bonos del Tesoro.
Ahora bien, es un secreto a voces que Trump y sus asesores buscan la caída del valor del dólar, tanto para estimular sus exportaciones como para desestimular las importaciones, logrando de esa manera disminuir su increíble déficit comercial que cubren con más y más endeudamiento (1).
Pero el poder de Trump tiene sus límites frente al del capital financiero especulativo y, como ya ocurrió anteriormente, quienes comercian con Bonos del Tesoro son los que frenarán sus acciones, pues la administración adicta a la deuda desde hace décadas no puede sobrevivir sin prestamos gubernamentales por más de unas pocas semanas.
El niño malcriado, rebelde e inseguro de 78 años deberá capitular frente a la férrea disciplina del “mercado”. ¿O se animará a la impresión de dólares para financiar el gasto, o sea, a la financiación monetaria?
Quieren un dólar más débil, pero no un colapso total, aunque van en esa dirección. Seguramente “Estados Unidos, y no otros, será el que sienta más dolor por sus errores económicos”, que se suman a sus burbujas especulativas y empresas zombis, aquellas que no pueden pagar sus deudas y sobreviven porque los especuladores todavía obtienen ganancias con ellas.
Chris Giles, comentarista económico del Financial Times, señalaba que “No se trata de que la capacidad negociadora de Trump con los aranceles sea mucho menor de lo que se imagina. Se trata de que el resto del mundo controla el 85% de la economía global y ya no tiene que seguir las decisiones de Estados Unidos. Si prevalece la serenidad en el comercio global, los exaltados de la Casa Blanca no dominarán el panorama. En este siglo, la participación de Estados Unidos en las importaciones mundiales de bienes ha caído del 19 al 13%, según cifras del Banco Mundial” (2).
Sin embargo, es necesario observar el panorama general y comprender que estas políticas de Trump no significan un shock económico para el sistema, sino que es un shock del propio sistema. Las ramificaciones -para la seguridad global, las relaciones entre las naciones y la estabilidad mundial en general- serán enormes.
La naturaleza aborrece el vacío y el que ha dejado Estados Unidos es mucho mayor que su participación en las importaciones mundiales. La agitación resultante y los efectos de segundo y tercer orden resonarán durante años y el dolor se sentirá ampliamente. El precio del Trumpxit, a diferencia del Brexit (cuyos costos se sintieron en un solo país), lo pagará el mundo entero. ¿Quién duda que los problemas económicos se verán agravados por los problemas sociales, mientras Trump avanza hacia el despotismo y destruye la hegemonía planetaria de Estados Unidos en su sentido gramsciano? (3)
Respecto a China, aunque no será fácil ni indoloro, tiene varias cartas para jugar y capear el temporal, cualquiera sea el terreno a transitar. En lo militar, su alianza con Rusia es determinante a escala global. Por algo Trump coquetea con Putin. Quieren separar a China y Rusia, pero es improbable que lo logren.
En lo financiero debemos preguntarnos cuánto tiempo pasará antes que el grupo BRICS encuentre una manera de transformar el sistema financiero y de pagos global.
Igualmente, China dejará de adquirir Bonos del Tesoro de Estados Unidos y se irá deshaciendo de sus tenencias actuales, que son de unos 700 mil billones de dólares, sólo por detrás de Japón. Este es un golpe tremendo para un país adicto a la deuda como lo es Estados Unidos.
Luego, los estímulos fiscales previstos para incentivar la demanda de amplias capas de la sociedad china, si bien será gradual, tienden al mismo tiempo a superar retrasos en la distribución de la riqueza. Esto amortiguará los impactos a corto plazo.
Sin embargo, China, que tiene una logística extraordinaria y sin competencia en el planeta para exportar, no ha logrado todavía superar las barreras provinciales que lleva a la fragmentación del mercado interno.
Al respecto, “la Federación China de Logística y Compras estima que los costos logísticos internos representan aproximadamente el 14% del PIB, una cifra alarmante. Los envíos agrícolas que cruzan las fronteras provinciales se enfrentan a hasta cinco controles de aduana.
Reconociendo esta vulnerabilidad, Beijing lanzó la “Iniciativa Nacional de Mercado Unificado” en 2022, planteándola explícitamente como una defensa contra las crisis externas.
El objetivo es ambicioso: desmantelar los feudos locales, simplificar las regulaciones y fusionar las 31 provincias de China en un bloque económico integrado. El progreso ha sido desigual, con intereses arraigados que se resisten a las reformas. Pero, irónicamente, la ofensiva comercial estadounidense podría dar el impulso necesario para romper el estancamiento” (4).
Aquí puede cumplirse un refrán popular que dice que no hay mal que por bien no venga, pues esas barreras internas, según estimación del Centro de Investigación para el Desarrollo del Consejo de Estado, le cuestan a China entre el 3% y el 5% de su PIB anual. En comparación, se estima que los aranceles de Trump, si bien agresivos, reducen el PIB de China en un 2,4% como máximo según el banco Goldman Sachs.
PS: una vez escrito el artículo, Trump, después de decir en su red social “Jerome Powell debería haber bajado los tipos de interés, como el BCE, hace tiempo, pero sin duda debería bajarlos ahora. ¡EL DESPIDO DE POWELL NO PUEDE ESPERAR!”, no tuvo más remedio que retractarse ante el poder financiero y al otro día declaró que “no tiene planes de despedir a Jay Powell”.
Igualmente, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, principal defensor de los aranceles a Chinas, ante el desplome de las bolsas mundiales, afirmó que la guerra comercial con China es “insostenible” y que espera que los dos países lleguen a un acuerdo que ponga fin al flujo de bienes.
Es una retirada en chancletas, pero ¿se les puede creer algo?
Citas bibliográficas
(1) Lo fundamental es que Estados Unidos tiene un enorme déficit de dos billones de dólares cada año (7% del PIB) incluso sin una pandemia, una guerra o una recesión importante. Podemos imaginarnos a cuánto ascenderá tal déficit si hay una recesión o si deciden seguir a los neoconservadores hacia otra guerra eterna, esta vez con Irán.
(2) Chris Giles, Estados Unidos, y no otros, será el que sienta más dolor por sus errores económicos, FT, 21/04/25.
(3) La dirección (hegemonía) política y cultural acorazada de coerción de la sociedad desaparece para dar lugar a la represión y el control. Un estado dictatorial domina pero no dirige y eso es lo que va a lograr Trump.
(4) Chow Chung-yan, ¿Podrían los aranceles de Trump hacer a China más rápida, más eficiente y más fuerte?, South China Morning Post, 21/04/25.