“Quienes defendemos el SI tenemos derecho a criticar las cosas que se hacen mal ya que cualquier gobierna se equivoca”
En la recta final de la campaña derogar los 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración (LUC) el encuadre del debate público es clave para construir sentido. En un contexto de alta desinformación y escaso interés en algunos sectores de la población, las ideas que se instalan en la sociedad sobre las representaciones de cada una de las posiciones son muy importantes. Entre otras cosas, porque esas referencias serán las que moldearán las decisiones de un número importante de ciudadanos.
El diseño de la estrategia de la coalición multicolor para defender la LUC se basa en polarizar la discusión pública, identificando a los partidarios del SI como promotores de la desestabilización y la incertidumbre, asociando a la campaña del SI a valores socialmente negativos.
La LUC es una ley compleja cuyos contenidos no están en la discusión pública a nivel popular. El gobierno asumió la dificultad de ingresar en un debate sobre el articulado y en consecuencia instaló desde setiembre 2020 una estrategia de construcción de un relato basado en una lógica simple y binaria, donde intenta ubicar en un rincón de desprestigio al SI.
Eso lo hace a través de dos ideas fuerzas centrales que buscan hablar sobre lo que representan los defensores del SI sin discutir cada uno de los artículos.
Lo primero que han pretendido instalar es que los promotores del SI se oponen a todo y le ponen el palo en la rueda al gobierno. Han llegado a decir que se “está cuestionando el derecho a gobernar de una coalición que ganó las elecciones”. Incluso se dice que la oposición “quiere que al país le vaya mal” porque “no han hecho el duelo de perder las elecciones” ya que “la gente eligió cambiar y no lo asumen”.
Promueven la idea de que los partidarios del SI están “abrazados al rencor”, “son el malhumor de la sociedad” y “no tienen argumentos, pero protestan por todo”.
Con ese primer movimiento intentan rotular a los que promueven la derogación mientras que en un segundo ejercicio retórico instalan la lógica binaria sobre la ley planteando la alternativa entre lo bueno y lo malo.
“La LUC es una ley buena que no le ha hecho mal a nadie y es la responsable de todo lo bueno”, han dicho varios referentes del herrerismo. Por eso instalaron la muletilla “Gracias a la LUC…”.
A la LUC le han adjudicado que bajaron los delitos, que ahora la Policía puede pedir cédula, que la Policía está respaldada y que estamos más seguros. Llegaron incluso a decir que “Gracias a la LUC” pudieron parar el auto donde viajaba el futbolista de Peñarol que tenía un arma.
Básicamente la idea es identificar al SI con atributos y conductas intransigentes para construir la imagen del eterno integrante de un grupo social que siempre se opone a todo.
Detrás de este machacar permanente, está el objetivo de lograr asociar a la opción del SI con el que se opone a todo porque sí, sin razones ni argumentos.
Es la construcción del estereotipo del “clásico contra” que siempre critica todo y no le sirve nada. Esa caricatura del “contra” y del “negativo” termina anulando la legitimidad de la voz de ese actor al cual ya no se escucha ni se atiende en sus argumentos porque “todos sabemos que siempre se oponen a todo”.
Este es un recurso clave en toda la comunicación del gobierno, cada intervención en forma sistemática busca etiquetar esa actitud que si se consolida lleva a que no te escuchen.
El otro movimiento estratégico es instalar la incertidumbre y el miedo sobre “lo que podría pasar” si la ley se deroga. El concepto de incertidumbre sobre el futuro es clave, porque los estudios de opinión demuestran que la sociedad uruguaya fue muy afectada por la pandemia en relación a sus expectativas de futuro. Sintéticamente se podría resumir que hay un clamor general en la sociedad para tener certezas y buenas noticias, luego de un período de crisis sanitaria, social y económica que trastocó el funcionamiento básico del relacionamiento humano.
Hay una fuerte aspiración a valorar relatos esperanzadores. Nadie quiere malas noticias, todos queremos que la pandemia termine y podamos vivir “como antes”. Por ese motivo, todo discurso anclado en la negativa, el mal humor, la incertidumbre y la actitud de querer trancar todo en un momento tan especial es socialmente condenado.
Los dos movimientos estratégicos de comunicación mencionados anteriormente buscan encapsular al SI, a la izquierda y las organizaciones sociales, en ese espacio reducido y folclórico de los que se niegan a todo.
En esta estrategia, los máximos representantes del gobierno desde el presidente hasta el último militante, han reproducido un discurso compacto que podríamos sintetizar así: “La LUC es una ley buena y popular, que no le ha hecho mal a nadie. Es una ley popular y justa. Si se deroga no sabemos lo que va a pasar. Si se deroga, la Policía no podrá pedir más cédulas en la calle y se liberarán presos de las cárceles (han manejado cifras de todo tipo, desde 500 hasta 1300 sin ninguna evidencia). También aseguran que si deroga la Ley será “volver atrás justo ahora que la seguridad comenzó a mejorar”.
Pensando en los indecisos
En función de lo reseñado anteriormente, hay un movimiento clave que se debe lograr hacer rápidamente para cambiar el “tono y el lugar social” desde donde se habla.
El SI tiene el desafío de romper las etiquetas que anulan la posibilidad de conectar con un sector de la población menos interesado en la política, promedialmente menor a los 50 años. Esta franja de la población decidirá en buena medida por las imágenes que transmitan cada uno de los grupos en “pugna”.
El primer énfasis en esta dirección es romper la etiqueta “de los negativos que ponen el palo en la rueda” a partir de la argumentación que no nos oponemos a todo sino al 28% de la LUC porque son artículos que nos son buenos
La LUC tienen 476 artículos y se están cuestionando 135. Es decir, que el 72% de la ley no se está impugnando. No se puede decir que nos oponemos a todo cuando la realidad es otra. El gobierno no puede sostener que no se le quiere dejar gobernar cuando quedan en pie el 72% de una ley.
Quienes defendemos el SI tenemos derecho a criticar las cosas que se hacen mal ya que cualquier gobierna se equivoca. Pero no estamos en contra de todo, sino de aquellas medidas que son un error y así lo han marcado las delegaciones de académicos y técnicos que fueron consultados por el Parlamento.
En segundo lugar, junto a desmarcarse de ser promotores del “palo en la rueda” debemos hacer énfasis en nuestra preocupación por la forma. Hay que ser finos en la argumentación resaltando que, si bien el mecanismo de la LUC es parte del ordenamiento jurídico y fue aprobado por el Parlamento, es la primera vez en la historia que un gobierno hace una interpretación tan amplia de esa herramienta tan especial. El mecanismo de la LUC es legal, pero al gobierno se “le fue la mano” y utilizó este mecanismo de forma abusiva
Este es un argumento muy de recibo en un electorado de centro que valora muchas veces que en Uruguay no hay lógicas refundacionales cuando asume un nuevo gobierno. Es en esa línea que se valora el diálogo político, que ex presidentes puedan participar de actividades conjuntas, que haya acumulaciones institucionales que otros continúan.
Hay un sector de la población sensible al argumento racional que una LUC de 476 artículos abre la puerta a que el próximo gobierno tenga la tentación de doblar la apuesta y aprobar una de 1.000. De esa forma, se rompería un concepto clave en la política uruguaya que es la idea que en Uruguay los cambios son sin sobresaltos.
En suma, en esta etapa final hay que enfocar la comunicación y los argumentos tratando de mantener el rumbo conceptual, pero sabiendo que una parte relevante del partido se juega en las imágenes y estereotipos que se instalan.
Por ese motivo, hay que ser profundos en los argumentos sin ser tediosos y ubicando el debate en los peores artículos de la ley de urgente consideración.
Gustavo Leal






















