Otra de las imágenes recabadas después de la masacre. Foto Archivo del PCU

Memorias por los 8 militantes de la 20

“Recuerdo con precisión como vivimos en la redacción de “El Popular” los acontecimientos trágicos de aquella madrugada del 17 de abril de 1972”, comienza afirmando en la nota.

“Pasada la medianoche, nuestra preocupación principal (como todos los días) era cerrar las últimas páginas para poder imprimir y llegar con los paquetes de diarios antes de las 3 y media a la ONDA de la Plaza Cagancha”, describe.

Coincidiendo con esta preocupación, relata el viejo militante, comenzaron a conocerse las primeras informaciones sobre lo que acontecía, “comenzaron a llegar noticias inquietantes, vía telefónica, desde los aledaños de la seccional 20ª. del PCU situada en Agraciada y Valentín Gómez”.

Eran los primeros contactos recibidos, donde militantes y vecinos que prefirieron no identificarse, afirmaban “que frente al local se estaba montando un operativo de guerra, con nutridas fuerzas policiales y militares”.

“Me habló incluso un diputado batllista que vivía en un edificio en Agraciada frente al local y con el cual tenía amistad porque yo hacía también la crónica parlamentaria”, señala Schvarz.

Como no podía ser de otra forma, desde la redacción del diario se envió al lugar “un par de cronistas”, acompañados de los fotógrafos Aurelio González y Hermes Cuña.

La noticia sobre el fusilamiento a mansalva de los 8 militantes tuvo una rápida confirmación.
En consonancia con la magnitud del hecho, en la edición del diario del Partido “le dedicamos toda la primera plana”, relata el militante, lo que hizo que esta quedara para la historia.

“Los ocho reviven en la canción de Alfredo Zitarrosa, “Fruto maduro del árbol del pueblo”, que los nombra uno por uno: Luis Alberto Mendiola, José Abreu, Ricardo González, Ruben López, Elman Fernández, Justo Sena, Raúl Gancio, Héctor Cervelli”, destaca el periodista quien describe, a continuación, a algunos de los camaradas asesinados.

“A Luis Alberto Mendiola lo conocíamos muy bien, porque además colaboraba en tareas en la imprenta del diario. Era oriundo de Casupá, departamento de Florida, y se caracterizaba por su buen ánimo permanente. Varios de los demás eran obreros de la fábrica metalúrgica Nervión, otro del vidrio, uno albañil, en tanto Elman Fernández era obrero y violinista. Solo uno sobrevivió a la matanza, Héctor Cervelli: con un balazo en la cabeza, quedó tirado, y fue luego trasladado al Hospital Militar. La doctora Angelita Tigero, que había sido compañera mía en la agrupación de los estudiantes de Medicina, logró visitarlo en el Hospital Militar. Falleció unos días después, el 28 de abril. Cervelli había sido quien salió primero del local, junto con José Antonio Machado, quien sigue vivo, aunque con un proyectil alojado en la base del cráneo”.

La nota, escrita para uno de los tantos actos que, desde aquella fecha, se celebran para mantener viva la memoria y ejercer el más profundo de los homenajes, continúa describiendo lo que califica como “el acto con mayor expresión de sentimientos profundos que me ha tocado presenciar en mi vida”.

Corría el año 2014 y a pesar de todos los esfuerzos por instalar la impunidad, vía el falso relato de las Fuerzas Armadas, los participantes en aquel homenaje por el 42 aniversario del fusilamiento de los 8 militantes comunistas que describe Schvarz, desmentían con su presencia y oratoria el relato siniestro y mentiroso de quienes quedaron para la historia como lo que siempre habían sido: unos cobardes y vulgares asesinos.

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