Entre los tantos mitos, confusiones y falsedades que gobiernan el imaginario colectivo sobre nuestras cárceles, uno refiere al problema de la cantidad de plazas disponibles (cuarto, habitación, celda, como le quiera llamar) para alojar a nuestr@s pres@s. Dicho de otro modo, al casi endémico y doloroso problema del hacinamiento en nuestras cárceles.
Para que la gente poco familiarizada con los temas penitenciarios pueda entender, lo presentaré a lo bruto: el hacinamiento se produce cuando hay más pres@s que celdas disponibles. Por ejemplo —sigo a lo bruto—, si tuviéramos 1000 presos y solo 500 plazas.
Entonces, querida gente, en el problema del hacinamiento hay dos factores a tener en cuenta:
cantidad de presos
cantidad de plazas
¿Vamos bien? Sigamos.
Como el problema es endémico en nuestro sistema penitenciario, uno puede estar tentado de suponer que, como la cantidad de pres@s no para de crecer casi sin solución de continuidad desde hace 30 años, lo que no ha crecido o por lo menos no ha crecido de modo suficiente es la cantidad de plazas.
Pues no, gente amiga. Definitivamente no. Y sobre esto es que quisiera alertarlos/ilustrarlos, porque este problema comprende al mismo tiempo un drama, un aprendizaje y una oportunidad.
El drama
Lean con atención y les prometo que quedarán perplej@s.
Entre 2011 y 2019 se construyeron en Uruguay más de 7000 plazas, más de dos plazas por día. Esa es una extraordinaria performance. Para Uruguay y para cualquier país del mundo. Solo a modo de ejemplo:
Cárcel nueva de Punta de Rieles: 1800 plazas
Cárcel vieja de Punta de Rieles: 600 plazas
Cárcel de las Rosas: 544 plazas
Cárcel de Rivera: 500 plazas
COMCAR, módulo 3: 250 plazas
COMCAR, módulo 4: 446 plazas
COMCAR, módulo 5: 446 plazas
COMCAR, módulo 7: 256 plazas
COMCAR, módulo 8: 310 plazas
COMCAR, módulo 9: 260 plazas
COMCAR, módulo 10: 500 plazas
COMCAR, módulo 11: 500 plazas
Módulo La Piedra del Penal de Libertad: 310 plazas.
Hasta aquí llevamos 6722 plazas nuevas (podría seguir: cárcel nueva de Campanero en Lavalleja, cárcel de Pense en Soriano, cárcel nueva de Florida, de Rocha, Tacuarembó y más) y el punto de partida era de 6400 plazas disponibles.
Demos un paso más. En ese mismo período la cantidad de pres@s pasó de 8800 a 11000, 2200 más.
Así las cosas, querida gente, en el período considerado el número de plazas nuevas construidas más que triplicó la cantidad de pres@s nuev@s.
Volvamos a los factores a tener en cuenta en el problema del hacinamiento:
Durante el período 2011-2019: la cantidad de pres@s aumentó en 2200 y la cantidad de plazas aumentó en más de 7000.
¡¿Qué pasó entonces?! ¿Por qué, a pesar de la extraordinaria performance en la construcción de plazas, continúa el problema del hacinamiento?
Querida gente, lo que creo que ocurre es lo siguiente: la eficiencia que hemos tenido para construir plazas es directamente proporcional a nuestra ineficiencia para cuidar con esmero lo construido. Hay un modo de gestionar la privación de libertad que garantiza el fracaso. Y la velocidad con la que se tuguriza a límites aterradores lo nuevo es casi la misma que tenemos para construir.
Y esa gigantesca fuerza destructiva, dejémonos de pamplinas, no es responsabilidad ni del presidente, ni del ministro, ni de los legisladores. Es responsabilidad casi exclusiva de los que trabajamos en privación de libertad y sus alrededores.
Veamos qué pasó con las plazas construidas y pasemos un poco de vergüenza, que nunca está de más, yendo de lo particular a lo general.
Las 1000 plazas de los módulos 10 y 11 de COMCAR se han transformado en verdaderos epicentros de violencia, degradación, muerte, indignidad. ¿Sabe cuándo se inauguraron flamantes esos verdaderos agujeros negros de la condición humana? En 2014. Sí, aunque usted no lo crea, con la velocidad de un rayo, transformamos una flamante inversión multimillonaria en dólares en una fábrica imparable de dolor.
Las 250 plazas del hoy fatídico módulo 3 del COMCAR, otra vergüenza nacional, fueron inauguradas a nuevo —repito a nuevo— en el 2013.
Las 310 plazas del módulo 8 del COMCAR, módulo que en el 2017 nos abochornó con la aparición de casos de desnutrición —leyó bien, desnutrición—, se inauguraron flamantes en el 2011.
El lúgubre módulo 4 del COMCAR y sus 500 plazas fueron inauguradas en 2014.
Y así podría seguir, pero resumo este capítulo imperdonable con esta imagen:
Si ponemos el foco en el COMCAR de las 2658 plazas construidas, 2100 se encuentran en un estado ruinoso y son arena de sucesos extremadamente dolorosos, a una escala que escapa a nuestra imaginación.
Si, siendo muy pero muy generosos, consideramos la totalidad del sistema, nos da que 4000 de las 7000 plazas ya están rematadamente mal.
Hay un costado económico evidente también que debe preocuparnos mucho. Acompáñeme con la siguiente cuenta, recordando siempre que fuimos absolutamente generosos al considerar el estado de las plazas:
cada plaza implica por lo menos 6 metros cuadrados de construcción,
perdimos por lo menos 4000 plazas,
4000 x 6 metros cuadrados = 24.000 metros cuadrados,
a un precio promedio de 600 dólares el metro cuadrado de construcción, da que pulverizamos en el sistema penitenciario 14.400.000 dólares en nueve años. Es decir, 1.600.000 dólares por año. Es decir, 4383 dólares por día.
Cualquiera lo entiende: así es imposible.
El aprendizaje
Me permito compartir con ustedes lo que aprendí de tanto fracasar: No alcanza con tener plata y usarla en el sistema penitenciario. No solo no alcanza, sino que tener plata no es ni siquiera de las cosas más importantes. Mi ya largo recorrido en estas lides me sugiere que en el sistema penitenciario y sus alrededores, recuperar el sentido del cuidado de la otra persona, el sentido del amparo, de la piedad, de la visión de futuro compartida, de la hospitalidad, de las segundas oportunidades, y de tantas cosas más del mismo orden, son factores mucho más fundamentales como motor de cambio humanizante en el sistema penitenciario que la plata. Es más: sin una fuerte vivencia colectiva de estos valores en todas las personas que trabajan en el sistema penitenciario y en quienes lideran la gestión, la plata nunca alcanzará. La práctica profesional inspirada en estos valores es condición para que la plata, mucha o poca que se invierta, luzca. La infraestructura carcelaria, cualquiera ella sea, si se habita con esos valores, no solo puede mantenerse cuidada, limpia, digna, pintada, sino que se desarrolla y se mejora. Hay muy lindos ejemplos de esto, algunos en nuestro país.
La oportunidad
Si mis convicciones-intuiciones son correctas, hay una enorme oportunidad frente a nuestros ojos: los componentes más importantes para el cambio imperioso, conveniente, necesario e impostergable de nuestro sistema penitenciario, que describí en el párrafo anterior, NO cuestan plata, y si los vivimos diariamente nos hacen mejores a tod@s.
Quizá no se trate de esperar geniales ideas, ni del arribo de héroes o heroínas penitenciari@s, ni de grandes fortunas a invertir, sino de que hagamos con amor y del mejor modo posible lo que tenemos que hacer todos los días.
Ese día, si es que llega, será el día en que nuestro sistema penitenciario deje de llevar sobre sus hombros la maldición de Sísifo, que cuando creía haber llegado a la cima del monte empujando una gigantesca piedra cumpliendo así con el castigo que se le había impuesto, la piedra rodaba cuesta abajo y tenía que volver a empezar.
Jaime Saavedra, ex director de la Dirección Nacional del Liberado (INR)