Llamado a pronunciarse en Uruguay.
Gerardo Leibner, Tel Aviv
En la madrugada del 18 de marzo el gobierno de Israel violó el cese de fuego con Hamás lanzando un intenso bombardeo aéreo sobre distintas zonas en la Franja de Gaza, ocasionando en poco tiempo la muerte de más de 400 personas, la inmensa mayoría niños, mujeres y ancianos.
Esta violación masiva y alevosa del cese de fuego se dio tras una larga serie de violaciones menores por parte de Israel del acuerdo marco alcanzado en enero con Hamas, con la intermediación de Egipto, Qatar y Estados Unidos.
Todos los analistas concuerdan que desde poco antes del fin de la primera parte del acuerdo, el gobierno de Israel hizo todo lo posible para impedir la implementación de la segunda fase que implicaba al paralelo de la gradual liberación de rehenes israelíes y presos palestinos y restitución mutua de cadáveres capturados, la retirada completa de las fuerzas armadas de Israel de Gaza y un acuerdo para la supuesta tercera fase que implicaría el desmantelamiento del poder militar y político de Hamas, un plan de reconstrucción y administración de Gaza supervisado por los países árabes y el fin de esta larga y cruenta guerra.
El gobierno de Netanyahu, por una conjunción de motivos internos de supervivencia política, por el espaldarazo recibido por el plan Trump de erradicación de la población palestina de Gaza y por los propios delirios mesiánicos de la derecha israelí, decidió reanudar la guerra sin tener el más mínimo pretexto para abandonar las negociaciones y violar el alto al fuego.
No sirvieron los ruegos y las protestas de los angustiados familiares de los secuestrados israelíes que temen que la reanudación de la guerra implique la muerte para sus seres queridos. Tampoco las voces angustiadas de los secuestrados que fueron liberados durante la tregua. Ayer el ministro de defensa Katz se dirigió de manera muy cruenta a la población de Gaza, anunciando que Israel iba a implementar el plan Trump y que Gaza iba a ser devastada. Paralelamente aviones israelíes soltaron en Gaza volantes en árabes amenazando con la total destrucción, y jactándose que en caso de que los palestinos de Gaza desaparecieran a nadie en el mundo le faltara nada.
El dirigente del partido racista «Poder Judío» Itamar Ben Gvir que había renunciado a su cargo como ministro de seguridad interior debido al alto al fuego, regresó al cargo y le aseguró a Netanyahu los votos necesarios en el parlamento para aprobar el presupuesto. Ben Gvir viene postulando abiertamente que Israel debe destruir, borrar y exterminar a los palestinos en Gaza.
Ahora ya no quedan dudas acerca de los objetivos del gobierno de Israel en Gaza. Los hechos y las palabras se complementan. Ante el genocidio en marcha existe un imperativo moral para todo quien defiende mínimos valores morales, para quienes consideran que las vidas humanas son el principal valor para defender en la vida pública.
Es el momento de pronunciarse de una manera clara, en voz alta y de sumarse a un clamor que tiene que atravesar el mundo entero. El imperativo moral es muy claro, no necesita más elaboraciones que lo justifiquen. La condena rotunda a la violación al alto el fuego, al bombardeo de civiles en Gaza, a la reanudación de la guerra, puede hacerse junto a la expresión de empatía hacia los rehenes israelíes, doblemente rehenes de Hamas y de su propio gobierno israelí.
La cuestión pragmática
La violación alevosa del alto al fuego con esa matanza aérea y la reanudación de la guerra encajan muy bien en el nuevo estilo de relaciones internacionales que el gobierno de Trump está impulsando alrededor del mundo y que tenía ya varios tristes precedentes en el período anterior.
La amenaza desembozada, la coerción, el chantaje, las medidas unilaterales, el uso de la fuerza, y el pillaje desvergonzado pretenden sustituir a la diplomacia, las negociaciones, el uso de razones, el arbitraje internacional, los organismos de Naciones Unidas, el derecho internacional, el respeto por acuerdos, por compromisos asumidos y por la palabra empeñada.
En el mundo actual hay una fuerte pugna por la gobernanza internacional. El estilo de Trump, similar al de Putin y de otros gobernantes y políticos que desprecian el derecho internacional, los derechos humanos, los derechos de las minorías, y los organismos internacionales, se enfrenta con gobiernos como los de Brasil, Chile y Colombia, o España, Francia y de varios países europeos, africanos y asiáticos. Para países pequeños y militarmente vulnerables es absolutamente necesario fortalecer a ese campo que insiste en la legalidad internacional, las normas humanitarias, la diplomacia pacífica, el respeto por la soberanía, el respeto a las resoluciones internacionales y a los acuerdos alcanzados.
Si la barbarie en Gaza se sigue desatando impunemente, futuros gobiernos en todas las partes del mundo ante cualquier conflicto de intereses van a pretender imponer sus condiciones a prepo a los países más débiles. Alzar la voz ante la violación del alto al fuego en Gaza y ante el genocidio puede acarrear dificultades inmediatas, pero no es solo una cuestión moral y de decencia humana, sino también una opción pragmática mirando al mediano y largo plazo.