20240304 / Javier Calvelo / adhocFOTOS / URUGUAY / MONTEVIDEO / Villa Española / Acto de Lanzamiento de campaña electoral de Carolina Cosse hacia las internas partidarias en el Frente Amplio. En la foto: Carolina Cosse durante el acto lanzamiento de campaña en el barrio Villa Española de Montevideo. Foto: Javier Calvelo / adhocFOTOS

¿Y si nos damos el gusto?

Gonzalo Perera

Pese a los desastres del cambio climático que pone en riesgo la supervivencia de nuestra especie, hay un fabuloso espectáculo que la Naturaleza sigue regalando en los países de inviernos prolongados y severos, donde las transiciones hacia las temporadas cálidas son muy breves: la irrupción repentina y masiva de una enorme diversidad de flores, de todos los colores imaginables.

Realmente repentina y lo he visto con mis propios ojos: en el caminito de un parque donde ayer apenas si hierba había, hoy pasas entre una verdadera explosión floral, que obviamente embellece,  te levanta el ánimo y hasta genera cierta poesía silenciosa,  impresa en nuestros sentidos por la armonía de la imagen y los aromas.

Hay otras repentinas y multicolores irrupciones que no levantan tanto el ánimo, y que, ciertamente, de poético nada tienen, aunque se den en tierras más cálidas. Un buen ejemplo de ello es la proliferación de candidatos dentro de las diversas opciones partidarias de la derecha uruguaya cuando se aproximan las elecciones internas. Ya entrado marzo, hay que tener mucho cuidado al levantar una piedra de la calle, ya que bien te puede surgir de abajo un precandidato blanco o colorado, fundamentalmente. De momento, otros partidos de derecha no tienen dimensiones como para generar internas o, en el caso de Cabildo Abierto, parecen dirimir diferencias por la vía de la eyección, pero en las dos divisas más antiguas del país, las precandidaturas (o al menos intentos de concretarlas), pululan.

Las reglas de juego en esas competencias internas  son interesantes, por momentos con cierta similitud con las formas extremas de los deportes de combate, donde vale desde arrancar un brazo hasta patear las costillas. Si para muestra basta un mensaje ( pero no de WhatsApp, por favor), pensemos en Carolina Ache, que ha referido a la abundancia de candidaturas rosaditas dentro de la divisa colorada. Un término que, obviamente, es agraviante para su potenciales oponentes y que les adjudica sumisión al Partido Nacional, por no no decir al Herrerismo. En el Partido Nacional, sobre todo en el interior del país, los cruces pueden parecer duelos criollos, donde a falta de poncho y facón, se cruzan desde acusaciones de extrema dureza en los medios hasta difusiones  virales de datos comprometedores de algún oponente. Deportes de combate extremo, para ser moderno, o chapoteos en el lodo, para ser más tradicionalista, así se podría titular un relatorio de los episodios que deparan las internas en las divisas más antiguas del país.

Claro, uno no puede menos que preguntarse qué clase de potente pegamento permite unirles bajo el mismo palio tras semejantes cuereadas o, más aún, aglutinarlos a todos ellos, a toda la derecha nacional a la hora de construir su coalición multicolor con monocomando herrerista.

La respuesta es bien simple y se aplica tanto a la interna de un partido de derecha como para la derecha en su totalidad: básicamente se unen contra. En lo electoral, contra el riesgo de que el Frente Amplio los mande al valle donde ya no hay cargos desde done poner al Estado a operar a favor de unos pocos intereses particulares. En lo económico, contra la posibilidad de que políticas de distribución de riqueza destruyan el proceso de acumulación brutal de capital que, a expensas de trabajadores activos, jubilados y pensionistas de modestos recursos, siguen impulsando al día de hoy. En lo social, que la “ideología de género” o la “agenda de la diversidad” pongan obstáculos en una sociedad tan perfectamente patriarcal como para que, desde la jefatura del Estado, se pueda decir sin ningún empacho que hay decisiones políticas importantes que se toman en reuniones informales como asados, y que esas reuniones en general son de hombres, según manifestaciones  del pensador contemporáneo Luis Alberto Lacalle Pou.

No los une el amor, los une el odio, no los une la búsqueda de la conquista de derechos, sino de la preservación y sacralización de privilegios. Ese es el factor, que aunque por momentos les haga parecer una bolsa de gatos furiosos, los mantiene en la misma senda. Esa es la razón que hace que partidos distintos, que no guardan vínculo orgánico permanente ninguno, que no tienen normativas de referencia comunes para el accionar político, que ni tan siquiera tienen ámbitos de diálogo estables, se rejunten cada cinco años. De orientaciones programáticas ni hablemos, apenas algún colorido folletín de promesas a los efectos publicitarios, que, por supuesto, es imposible comparar con la propaganda de (digamos) un shampoo, por dos razones. La primera es que la publicidad de un shampoo, claramente, es mucho mas profunda, precisa y detallada que cualquier compilado de promesas electorales de la derecha multicolor. El segundo, más importante aún, es que en  la exposición de sus virtudes, el shampoo en el fondo es serio: puede exagerar un poquito sus mejores efectos, pero no miente. Del otro lado, te prometen bajar impuestos que te suben apenas toman las riendas del Estado. No, es imposible comparar los folletines de la derecha con la propaganda de un shampoo, así que de programa mejor ni hablemos.

Quien se sienta parte de un grupo humano perfecto o es muy distraído, o es muy inmaduro, o algún problema tiene, porque tal bicho no existe. Tensiones, errores, divergencias, hubo, hay y habrá siempre que se junten apenas dos seres humanos. Pero, atención, estamos hablando de la fuerza política más grande del Uruguay, cuya estructura de coalición y movimiento se rige por un funcionamiento orgánico sistemático, regular, con ámbitos de discusión y diálogo, con ámbitos  de elaboración programática, con ámbitos disciplinarios e instancias de toma de decisión, fuerza presente en cada rincón del país con la misma bandera, los mismos estatutos y el mismo programa. Siendo evidente que no puede ser ajena a errores o tensiones, la diferencia con el panorama del rejunte compulsivo de período quinquenal de la derecha vernácula, es lisa y llanamente abismal. Hay un Everest. o si prefiere una fosa de las Marianas de distancia entre la organicidad, unidad, capacidad de construcción sistemática y cohesión programática del Frente Amplio y de la derecha.

Esto, naturalmente se refleja en las elecciones internas. Ningún frenteamplista de ley se desvela por ellas: se trata de elegir liderazgos, la mejor fórmula, pero sobre un programa que es el libreto de toda la obra. Nos desvela octubre, recuperar con el Frente Amplio el gobierno del Estado para los intereses populares y frenar la exclusión de muchos, concentración de riquezas en pocos y aumento de la violencia en que vivimos hoy.

Pero naturalmente, con el mayor aprecio hacia cada precandidato, ahora podemos darnos el enorme gusto de, bajo la bandera del FA, llevar a Carolina Cosse a la presidencia. La candidata con mayor y más variada experiencia política y en gestión pública que uno podía esperar. Directora en la Intendencia de Montevideo, Presidenta de ANTEL, Ministra, Senadora, Intendenta de Montevideo. La candidata ejecutiva, resolutiva, de inusual firmeza para plantarse frente a la derecha sin perder jamás su nivel. La candidata que entiende a la altura de las circunstancias la crisis ambiental, que apostó por el más verde, por la vida. La candidata, en un país que fue faro en la región, pero que ha rezagado la mujer de la presidencia vergonzosamente. La mujer brillante, firme y sensible.

Celebrando la unidad como siempre…¿Y si nos damos el gusto?

Carolina Cosse durante el acto de lanzamiento de campaña en el barrio Villa Española de Montevideo. Foto: Javier Calvelo / adhocFOTOS.

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