Por Santiago Manssino
Era 2015 o 2016. El bar, no recuerdo el nombre, estaba repleto de poetas, performers y espectadores, que esperaban ansiosos el comienzo de un nuevo Slam, esa competencia abierta donde los poetas tienen tres minutos y 20 segundos para leer, decir o actuar sus textos, aunque la competencia es una excusa para el encuentro y el intercambio y la experiencia poética. Esa noche el actor y poeta Pablo Pedrazzi, uno de los principales organizadores de estas orgías culturales, tomó el micrófono y presentó, creo que fuera de concurso, a Alberto Restuccia. Todos callaron de golpe para escuchar al maestro, que con su vestimenta particular leyó con todo su magnetismo teatral, un texto que nos hizo reír a carcajadas y a la vez conmover. Esa noche conocí en persona a este artista único, de una originalidad brutal, y que se nos fue en el último domingo de junio.
Dramaturgo, actor, director de teatro, poeta, performer, Alberto Restuccia nació en 1942
en la zona de Capurro.
Fue uno de los fundadores en 1961, junto a Luis Cerminara, Graciela Figueroa y Jorge Freccero de Teatro Uno, grupo histórico de teatro independiente que incorporaba el humor, lo contestatario, el teatro del absurdo y fue vanguardia de las artes escénicas. En 1979 estrena su obra «Esto es cultura, animal», que fue todo un hito, una obra con una lengua inventada, con mucho de humor y un mensaje en clave, usando todos los recursos del teatro, contra la dictadura. Tuvo varias reposiciones a lo largo de los años, y en 1987 una renovación en 1987 con «Esto es locura, anormal».
En 1985 denunció el genocidio charrúa con su obra «Salsipuedes, el exterminio de los charrúas». Otras obras importantes, entre más de cien obras de su autoría, fueron “Haciendo capote” con Luis Cerminara y “Asesinato de un presidente uruguayo”, sobre el asesinato de Iriarte Borda., obra con la que volvió a dirigir en 2019.
Un hombre de vanguardia, brillante, magnético, provocador y transgresor, que arriesgaba todo en su arte. Artaud y los autores del teatro del absurdo eran sus referentes constantes. De valores siempre de izquierda, cercanos al comunismo, fue en un tiempo militante del PCU, y en algún momento se acercó también al anarquismo. Últimamente se definía como “anarcocomunista”. En dictadura se le prohibió la docencia teatral y se le limitó, como a todos los artistas sospechosos, sus posibilidades de expresión, siendo detenido en algunas ocasiones.
Se definía como «pamsexual» (tuvo parejas femeninas y masculinas, tuvo hijos), y el plano de la sexualidad y el travestismo fue importante en su obra, En los últimos años se subía a los escenarios como «Beti Faría» su alter ego o heterónimo femenino.
En 2017 publicó un comunicado donde expresaba su penosa situación económica. Se organizó un movimiento solidario para ayudar al maestro y al poco tiempo comenzó a dar talleres en la FIC.
En octubre de 2018 fue nombrado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Montevideo por la IM.
Participó en varios programas radiales como columnista cultural y, para hablar más de su faceta de poeta y performer, además de asistir a los Slam de poesía fue parte de la selección que leyó en el Slam radial en el programa “Todo pasa”, de Océano FM. Allí leyó un texto titulado “Accidente Cerebro Vascular”, donde dice: “Moriré puto y puta…” y casi al final “si muero hoy/moriré como una mujer feliz”.De este Slam se editó un libro donde figura su texto.
Estaba luchando contra un cáncer que terminó llevándolo el domingo pasado, a sus 78 años. La Sociedad Uruguaya de actores lo despidió con donde expresa su profundo dolor por el fallecimiento de Restuccia y lo describe como “…maestro de generaciones de artistas, actor, director, dramaturgo, expresó teatro por todas sus fibras y todos sus os durante una vida entera entregada al arte. Un referente y parte de la historia de las artes de nuestro país”.
Alberto, Beti, animal de cultura, hasta siempre.