Arismendi: constructor de unidad y de revolución

Al cumplirse 111 años del nacimiento de Rodney Arismendi (Río Branco, 21 de marzo de 1913) volvemos a compartir, en su homenaje, el Editorial de la edición 218 de El Popular dedicada a sus 100 años.

“EL POPULAR dedica su tapa y su editorial central a los 100 años del nacimiento de Rodney Arismendi. Las razones de esta decisión son múltiples. Empezando porque la existencia misma de EL POPULAR, cuando nació́ como diario en 1957, tiene que ver con Arismendi y con el cambio que impulsó en el Partido Comunista de Uruguay. Pero pesa mucho más el convencimiento de estar ante una de las personalidades más importantes de la política uruguaya, no solo de la izquierda, del país todo y con proyecciones continentales y mundiales.

Revolución. La vida entera de Arismendi está unida a una palabra: revolución. Arismendi fue ante todo eso: un revolucionario. Toda su labor teórica y práctica, vasta, por cierto, y contemplando las dos dimensiones como una unidad imprescindible, estuvo destinada a encontrar los caminos concretos para posibilitar la revolución y la construcción de una sociedad superadora del capitalismo en Uruguay, el socialismo. Arismendi, pensó́, creó, debatió́, luchó y construyó para la revolución.

El peso enorme que tuvieron sus ideas, sus propuestas, su capacidad, quedó demostrado en vida, cuando sus libros e innumerables ensayos, fueron traducidos a más de 30 idiomas y algunos se estudian hoy en universidades del mundo. Expresión de este reconocimiento son las sesiones extraordinarias realizadas en su homenaje por el Senado, la Cámara de Diputados y la Junta Departamental de Montevideo. No es común, en el mundo entero, que todos los partidos políticos con representación parlamentaria realicen un homenaje así́ al secretario general de un Partido Comunista. Es mérito de los partidos políticos uruguayos todos, es cierto. Pero también es expresión de la enorme gravitacional personal y política de Arismendi en la realidad nacional.

Es que el principal mérito de Arismendi no es su elaboración teórica. El principal mérito de Arismendi es haber construido, en conjunto con un colectivo de enorme capacidad de elaboración y de lucha, una perspectiva revolucionaria para el Uruguay, una línea política para concretarla y haber logrado que se transformara, como reclamara Marx, en «fuerza real y material» en la sociedad.

No se puede entender los últimos 50 años del siglo pasado en Uruguay si se prescinde de Arismendi. No se puede entender la realidad transformada y contradictoria del Uruguay de este siglo XXI, con dos gobiernos nacionales del Frente Amplio y 5 intendencias frenteamplistas, con el peso de la izquierda en la sociedad, si se prescinde de Arismendi. Arismendi fue un teórico marxista de fuste internacional, fue un intelectual preocupado por la filosofía política, fue un brillante parlamentario con 27 años de labor ininterrumpida, impulsando también allí́ una concepción revolucionaria, de tribuno obrero y popular, fue un polemista temible, y un periodista y editorialista de destaque.

Todo eso es cierto y en cada una de esas facetas hay un mundo de cosas para decir. Pero hoy nos queremos concentrar en lo que, a nuestro entender, resume todo eso y lo potencia: fue un gran dirigente político, constructor de unidad y de herramientas política, un organizador de la lucha para transformar la sociedad.

Constructor de unidad. Arismendi rompe con el sectarismo y el dogmatismo y busca, junto con un equipo formidable, aplicar creadoramente el método marxista y la concepción leninista, a la situación del Uruguay. Elabora y plantea, desde el marxismo leninismo, una teoría de la revolución uruguaya y se propone forjar la fuerza social de la revolución. Plantea la unidad social, la unidad política y la construcción de un gran Partido Comunista, enraizado en el pueblo y con capacidad de incidencia real en la sociedad, como las tareas ineludibles.

Bajo su conducción generaciones de comunistas militaron y lucharon con abnegación y sacrificio para construir las herramientas populares del cambio. Lograron la unidad del movimiento sindical en una central única, conquista estratégica que permitió́ un salto cualitativo en la proyección de los trabajadores en tanto tales en la sociedad. Desplegaron la más amplia política de alianzas en el plano popular, con las capas medias, la intelectualidad, los estudiantes, los trabajadores del campo y sectores de pequeños y medianos empresarios para construir un programa, es decir, un rumbo político alternativo en el Uruguay. En conjunto con otras fuerzas políticas de izquierda y con personalidades de los partidos tradicionales, militares demócratas y un amplio cauce de masas, lograron hacer cuajar la «unidad sin exclusiones» y alumbraron la principal herramienta política transformadora del pueblo uruguayo, el Frente Amplio.

En Arismendi la unidad del pueblo en sus herramientas sociales y políticas es estratégica. Por lo tanto, su construcción y su defensa cotidiana es un elemento central de la perspectiva de cambios y de la perspectiva revolucionaria. No hay cambios, no hay revolución, sin unidad de los trabajadores y sin la unidad política más amplia de la izquierda en el Frente Amplio.

Es esa concepción la que encabeza, no en un sentido vanguardista sectario, sino haciéndose cargo y ocupando la primera línea de combate, el enfrentamiento al fascismo y resiste la clandestinidad, la tortura, la cárcel y la muerte. Participando de las batallas por la democracia y la libertad, contra el fascismo y el sometimiento al imperialismo.

Se pueden rescatar muchos aportes teóricos de Arismendi, el planteo del carácter continental de la revolución liberadora en América Latina, la revalorización de la democracia, incorporando la categoría de Democracia Avanzada o Avanzar en Democracia como una etapa histórica, una fase de la revolución. La concepción de la acumulación de fuerzas. La reivindicación del papel central de los trabajadores, como requisito sine qua non, para el curso revolucionario, pero a la vez, la necesidad de una amplia política de alianzas, que incorpore a vastos sectores sociales, fundamentalmente las capas medias y la intelectualidad a la tarea transformadora. Se podría agregar la posición internacionalista de principios, la solidaridad como un valor revolucionario, su compromiso con Cuba, con Vietnam, con España Republicana, con las luchas liberadoras de África y Asia y en particular de América Latina y su alegría por la «primavera popular» sandinista en medio de la noche negra del fascismo.

Pero hay algo que destacar de todo este abigarrado conjunto de conceptos e ideas, aportes significativos, por cierto, que mantienen enorme y descarnada vigencia, en la hora actual: todas ellas tienen el valor enorme de que se transformaron en acciones prácticas y transformaron la realidad, para eso fueron concebidas. En Arismendi no hubo nunca una concepción de elaboración teórica como refugio de fórmulas abstractas para regodeo intelectual. Arismendi fue un fiel realizador de la Tesis 11 sobre Feuerbach de Marx: «los filósofos han interpretado el mundo, se trata de transformarlo».

Democracia Avanzada. Quizás y sin quizás uno de los últimos grandes aportes a la praxis revolucionaria de Arismendi fue el concepto Democracia Avanzada, concebida como una categoría política para pensar la realidad y su transformación, como una etapa histórica a recorrer y como una vía de aproximación al socialismo. Una de las formulaciones que Arismendi realizó de este concepto es la que sigue: «La democracia avanzada no es un acto, ni el carácter automático de un gobierno. La democracia avanzada es un proceso de combate programático, reivindicativo, que empieza ya, pero que debe seguir mañana, de desarrollo de la lucha de clases en determinadas condiciones, de vigencia de las reivindicaciones, de imposiciones mediante el empuje popular. Desde luego también será́ un gobierno, si es el gobierno que surge por el triunfo del FA. Pero incluso en tal caso, será́ un proceso». Retomar esta definición en toda su riqueza y profundidad, concretarla a la realidad de hoy y ahora, trazar los caminos programáticos, políticos, ideológicos y de lucha necesarios para avanzar en ese proceso, es la tarea de los que, como Arismendi, seguimos creyendo en la revolución, en acumular fuerzas si, en construir unidad si, en valorar todos los avances y proteger todos los instrumentos populares, sí, pero para superar el capitalismo, para construir otra sociedad en nuestro país. Para ello fueron todos los esfuerzos de Arismendi y hoy son los nuestros.

Habrá́ publicaciones y debates sobre sus aportes teóricos. Sobre sus aciertos y sus errores. Sobre lo que mantiene vigencia y lo que debe ser renovado. De eso se trata el marxismo leninismo, de una renovación dialéctica permanente, de una construcción teórica en diálogo constante con la realidad, enriqueciéndose y transformándose mutuamente. Seguramente se polemizará sobre si previó o no la caída del socialismo en el este europeo y el carácter polémico de algunas de sus últimas valoraciones.

Arismendi, como toda figura de su talla, enfrenta el embate de la vida a todas sus proposiciones, y está bien. Sus proposiciones deben ser analizadas y recreadas por la polémica, la elaboración y la practica revolucionaria. Pero es necesario que se conozcan, que se discutan y que, una vez más, se transformen en fuerza material transformadora, en la lucha y la militancia de miles.

Todo ello es justo y necesario. Pero hoy, y ante los 100 años de su nacimiento, en estas líneas va el homenaje a un jefe revolucionario, asumido y sentido como tal por miles. A un luchador político al que la vida dio la razón en sus planteos más importantes para la transformación de nuestro país. A un constructor de unidad. A un frenteamplista convencido. A un dirigente y constructor de Partido Comunista. A un revolucionario y formador de revolucionarios. A un forjador del viento para cambiar la historia”.

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