“Menos mal que existen los que no tienen nada que perder, ni siquiera la muerte. Menos mal que existen los que no tienen nada que perder, ni siquiera la historia”, canta Silvio Rodríguez, y es que cada 26 de Julio nos damos un baño de historia y heroísmo, recordando lo que fue el principio de la marcha liberadora de aquella isla del Caribe que se encontraba al servicio de los intereses de unos pocos norteamericanos con dinero.
Cuba, el pueblo cubano, ha luchado, resistido y construido una experiencia socialista a tan solo unas millas de la amenaza a la seguridad, el bienestar y la soberanía del conjunto de los pueblos de esta tierra que llamamos América Latina.
No por repetida la historia deja de ser inspiradora para las nuevas generaciones que vemos en las injusticias del sistema capitalista y la intervención del imperialismo las principales causas que nos impiden la “Publica Felicidad” de la que hablaba Artigas. Esos y esas jóvenes que, a pesar de tener una derrota militar, entregaron su vida para comenzar a cambiar su patria y conquistaron el corazón de su pueblo que en definitiva buscaba, al igual que el nuestro sigue buscando, la concreción real de aquellos ideales de la Revolución Francesa: Libertad, Igualdad y Fraternidad. Imposible de pensarlo en toda su dimensión en un sistema capitalista.
Esta gesta es recordada por el famoso alegato que Fidel realizara en el juicio, en donde señala “La Historia me absolverá”, que se convertiría en el programa de la revolución. Pero también tiene historias imborrables como la de Haydee Santamaria, que capturada y torturada para develar información de aquellos que atacaban los cuarteles, se le presentó el ojo de su hermano Abel, frente a lo que ella contestó que si él había perdido un ojo por no darles ninguna información ella tampoco lo haría. “Morir por la Patria es vivir”, diría.
La historia de la Revolución es ya conocida. En 1959 los barbudos toman el poder y comienza la edificación de un país diferente, que ha tenido que resistir los ataques constantes y sistemáticos de la principal potencia imperialista mundial. A pesar de eso, se ha convertido en un faro para aquellos y aquellas que creemos que la solidaridad debe primar por sobre la avaricia y el individualismo. Aquellos y aquellas que creemos que los principales problemas de nuestras sociedades solo tienen salidas colectivas, aquellos y aquellas que creemos que la educación y la salud son un derecho y no una mercancía seguimos viendo en Cuba, aún en sus dificultades, como un ejemplo ético insoslayable, un ejemplo donde compararse y al que aspirar, a partir de nuestras propias peculiaridades y singularidades como país y como nación.
Es por esto que también debemos condenar el bloqueo criminal que se le hace a la hermana República de Cuba, tantas veces rechazado por las Naciones Unidas. Este bloqueo no solo ha impedido negociar con empresas norteamericanas, sino que violando el derecho internacional ha impedido a Cuba mantener relaciones con un amplio conjunto de empresas y países. Esto le cuesta a la isla, y en especial a su pueblo al que buscan estrangular creyendo que pueden disciplinarlo y volcarlo en contra de su soberana decisión de construir una patria socialista, la suma de 436 millones de dólares mensuales.
Y como no admirar a este pueblo que, frente a los intentos permanentes de desestabilización de Estados Unidos, frente a las amenazas guerreristas contesta con una política exterior de paz. Frente a la exportación de la industria armamentista que vemos todos los días, Cuba y su revolución exportan brigadas médicas, que aportan recursos humanos especializados en países pobres. Que van a hablarnos a nosotros de eso si 100.000 compatriotas han podido volver a ver gracias al Hospital de Ojos.
A pesar de todos los intentos por cercar a Cuba en el escenario internacional y no permitirle crecer nacionalmente, en la pandemia, al mismo tiempo que el neoliberalismo nos mostraba su peor cara, con hospitales desbordados, gente muriendo en la calle sin atención médica y sin vacunas, se desarrollaba en esa isla heroica tres candidatos vacunales que han salvado vidas a una inmensa cantidad de gente.
Por todo eso, y más, por ser ejemplo de resistencia y de construcción de alternativas, es que seguimos reivindicando el asalto al Cuartel Moncada, porque para las juventudes implica ese derecho a rebelarse frente a las más profundas injusticias, porque significa dignidad, ante todo.
El ejemplo de Fidel, de Abel, de Haydee, de Melba sigue vivo en nosotros y nosotras y sobre todo en el pueblo cubano, que no se rinde y construye una nueva salida a los Moncadas diarios con la firme convicción y decisión de ser libres.
La solidaridad internacional del pueblo uruguayo y latinoamericano, de la juventud uruguaya y latinoamericana, se encuentra más firme que nunca.
Cuba sí, porque con su solidaridad interminable, hace gala de comprender eso que decía José Martí en el libro Nuestra América «¡Mientras haya en América una nación esclava, la libertad de todas las demás corre peligro! (…) La libertad no es una bandera a cuya sombra los vencedores devoran a los vencidos y los abruman con su incansable rencor: la libertad es una loca robusta que tiene un padre, el más dulce de los padres –el amor– y una madre, la más rica de las madres –la paz. Sin mutuo amor, sin mutua ayuda, siempre será un país raquítico. La dicha es el premio de los que crean, –y no de los que se destruyen».
UJC
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Pasacalle por el 26 de Julio en Agraciada y Suárez.