“La construcción de una mayoría ciudadana contra la impunidad es un mandato ético y democrático”
“Solo los tontos creen que el silencio es un vacío. No está vacío nunca. Y a veces la mejor manera de comunicarse es callando”, Eduardo Galeano.
El 20 de mayo que acaba de pasar el pueblo uruguayo protagonizó una gesta democrática de enorme valor. Se puede y se debe sacar muchas conclusiones de tamaña pueblada, pero la primera, la más relevante, es precisamente esa: la pueblada en sí misma.
Y no hay muchas palabras que puedan resumir lo que significan cientos de miles de personas, desbordando 18 de Julio en Montevideo, pero haciéndolo en todo el país, pronunciándose contra la impunidad, defendiendo la verdad, defendiendo la democracia de la mejor manera posible que es ejerciéndola, protagonizándola. Es eso, sencillamente, es estremecedor. No deja a nada ni a nadie incólume.
En el editorial anterior sosteníamos que el 20 de mayo es una fecha patria, resuelta por el pueblo. Que tiene profundas raíces artiguistas, que José Artigas, el Protector de los Pueblos Libres, repudiaba la impunidad, que la condenó a texto expreso.
Bueno, todo eso, se sintetizó con una fuerza enorme el viernes pasado. En Montevideo, la multitud abigarrada, ocupó de vereda a vereda 18 de Julio, desde la Plaza Libertad hasta Rivera, eso son 16 cuadras de gente. Una enormidad. Fue tan grande que para decenas de miles no fue una marcha, fue una concentración, porque no pudieron marchar, la multitud lo impidió con su estremecedora presencia.
Eso solo ya sería mucho, pero la magnitud de la pueblada del 20 de mayo fue mucho más. Fue enorme en Montevideo y más nacional que nunca. Hubo 60 actividades, concentraciones y marchas, en los 19 departamentos del país. Para decirlo de otra manera, hubo concentraciones en las 19 capitales departamentales, en las principales ciudades y en una gran cantidad de localidades. También hubo concentraciones en 6 países, de las y los uruguayos que no están en nuestro país.
Y tampoco sería justo que, aún siendo tanto, nos quedáramos solamente con la dimensión cuantitativa. Fue también la más amplia de todas las conmemoraciones. Estuvieron junto a Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos quienes siempre han estado: el movimiento sindical, el estudiantil, el cooperativo, Crysol, organizaciones barriales, los feminismos, la izquierda, pero también cientos de hombres y mujeres de los partidos blanco, colorado e independiente.
Es que, en realidad, y hay que decirlo sin dudarlo, la Marcha del Silencio, expresó en cantidad y calidad, un nivel superior de conciencia de nuestro pueblo en un tema crucial como la lucha contra la impunidad, por verdad y justicia y por nunca más dictadura y terrorismo de Estado.
La enorme magnitud de lo que protagonizamos el 20 de mayo marca, con claridad, que hoy es mayoritario en la sociedad uruguaya el rechazo a la impunidad. Y eso es un cambio cualitativo sustancial, de enorme profundidad democrática y transformadora.
El 20 de mayo, en su enorme magnitud, demostró que, aunque tienen mucho poder, salen mucho en los medios, presionan y por momentos logran que sus planteos sean los que estructuran el debate, las y los defensores de la impunidad, con uniforme o sin él, son cada vez más minoritarios en la sociedad y están cada vez más aislados.
No hay que permitir que la vorágine de los hechos cotidianos, esa dictadura de la anécdota y del presente perpetuo en la que vivimos, saque del centro de la escena pública la tamaña expresión de nuestro pueblo este 20 de mayo.
Es cierto que falta mucho, es cierto que la impunidad, resorte central del ejercicio del poder, que envenena todo, que nos hace menos iguales y menos libres y por eso degrada la democracia, tiene trincheras grandes desde donde perpetuarse.
Hay que seguir defendiendo la verdad, hay que seguir buscando a las y los desaparecidos, hay que seguir excavando en los cuarteles, hay que seguir luchando porque avancen las más de 300 causas judiciales y que se haga justicia. Hay que lograr rescatar la verdad que los impunes y sus cómplices mantienen secuestradas. Hay que exigirle al Estado las respuestas. Hay que seguir peleando para que los peores crímenes de la historia nacional y quienes los cometieron no queden impunes.
Todo ello es así. Sigue siéndolo. Pero, al mismo tiempo, es imprescindible valorar, en toda su importancia, el avance de la conciencia popular. La construcción de una mayoría ciudadana contra la impunidad y comprometida con la verdad y la justicia, es un mandato ético y democrático. Es uno de los componentes fundamentales del Nunca Más. Es lo que le da sustento material.
Por eso, cientos de miles sembrando margaritas en las plazas, colgando balconeras en sus casas, haciendo charlas en sus centros de trabajo y de estudio, colocando pancartas, poniendo fotos de las y los desaparecidos en sus ventanas, en sus autos; planteles de fútbol masculino y femenino y de básquetbol, recibiendo a Madres y Familiares, informándose y luego adhiriendo, de diferentes maneras al reclamo, hinchadas de fútbol y básquetbol manifestándose en las canchas. Y sobre todo cientos de miles marchando, en las calles de todo el país, configuran un hecho trascendental, muestran esa nueva realidad, que hay que atesorar y no permitir que sea ignorada.
Y en las marchas cientos de miles en silencio, llevando las fotos, solo interrumpiendo el silencio que nos representa a todas y todos para gritar presente y cantar el himno nacional con la garganta y el corazón a tope al llegar al “tiranos temblad”.
Fue tanto que no se atrevieron a atacarla. Quedaron tan solos que se llamaron ellos, los defensores de la impunidad, los impunes y sus cómplices, también a silencio.
Pero son silencios distintos. El silencio de los impunes, el que sigue secuestrando la verdad, es un silencio cobarde. Es el silencio que sustenta la mentira y el ocultamiento. Es un silencio que encubre, que defiende crímenes y criminales. Un silencio que lastima y quiere seguir lastimando.
Nuestro silencio, el de los cientos de miles que marchamos, es un silencio valiente. Un silencio que interpela. Un silencio que pregunta. Un silencio que se muestra y se enarbola en las calles. Un silencio solidario. Un silencio que sana. Porque como bien dice Galeano, “solos los tontos creen que el silencio está vacío. No está vacío nunca”. Este 20 de mayo menos que nunca estuvo vacío.
Y por eso no hay muchas palabras que definan el silencio colectivo y voluntario de cientos de miles en la calle. Encontramos una y a ella apelamos para transmitir una pequeña parte de todo lo que provocó el silencio colectivo de cientos de miles en la calle este 20 de mayo. Estremecedor.