Pablo Silva Galván
El show debe continuar, como aquella gran película de 1979 donde Bob Fosse retrataba el mundo del espectáculo. No importa lo que suceda el show debe continuar. Y esta parece ser la máxima que ánima al periodista, devenido operador del gobierno, Ignacio Álvarez y su programa Santo y Seña. Y el show continúa un día sí y otro también con denuncias, revelación de testimonios de víctimas de abuso, “amenazas” de bomba en el estudio, victimización. En fin, un largo recuento de actitudes y acciones reñidas con la ética periodística pero funcionales a un grupo de poder que se resiste a que se conozcan unas cuantas verdades, que la gente ya percibe, y que destruyen el discurso armado por el elenco gobernante.
Si bien este espacio televisivo siempre fue polémico, durante los gobiernos del Frente Amplio desarrolló una campaña militante para buscar casos que comprometieran a las autoridades, fue a partir del caso Penadés que se transformó en un circo mediático, un remedo de lo peor de la televisión argentina pero sin la mínima calidad de aquella.
Desde el comienzo Santo y Seña intentó defender a Gustavo Penadés. Su conductor hizo suyas las palabras del presidente y el ministro del Interior en cuanto a que el exsenador era inocente hasta que se demostrara lo contrario, cuando el cúmulo de evidencias lo condenaba. Posteriormente defendió al aire el abuso de menores afirmando que se trataba de algo innato “la condición humana”. Y en este camino se lanzó a una violenta polémica con la militante nacionalista Romina Celeste Papazzo, cuya denuncia destapó el caso.
La polémica no hizo otra cosa que distraer la atención. Los medios miraron hacia allí y nadie, o casi nadie, investigó porque Penadés “ocultó” su accionar delictivo.
Ambos, Álvarez y Papazzo, se dijeron de todo en las redes sociales y al aire en televisión, al punto que terminaron en una comparecencia ante la Justicia que el martes determinó la prohibición de comunicarse entre ellos.
El show llegó a tal punto que el domingo por la noche, mientras se emitía Santo y Seña, una amenaza de bomba obligó a suspender el programa. Llegó al lugar un equipo de Bomberos en lugar de la Brigada Antibombas del Ejército. El estudio no fue evacuado. El único funcionario que ingresó dio unas vueltas y se fue. Una puesta en escena evidente.
Mientras tanto el circo continúa. La comparecencia ante la Justicia no es el fin para la polémica. El juez tuvo en cuenta que Álvarez es periodista por lo que este entendió que puede seguir hablando del tema. Seguiremos con nuevas puestas en escena, nuevas operaciones para dejar en duda los delitos, mientras la verdad espera ahí afuera para descubrirla.
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Foto: Pablo Vignali / adhocFOTOS