«Emergencia de desigualdad»

El mundo está en una «emergencia de desigualdad». Esa es la principal conclusión de un informe realizado por un panel de 6 expertos, coordinados por el Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, a pedido del G20.

El informe, hecho público el martes, tiene un triple valor: por la relevancia de quién encargó su elaboración; por el peso y prestigio de quienes lo realizaron y por sus contundentes conclusiones.

Empecemos por el primer aspecto. Informes sobre el crecimiento de la desigualdad en el mundo hay varios y muy reveladores, pero este tiene la particularidad de que fue encargado y será discutido nada menos que por el G20.

¿Qué es el G20? Es un nucleamiento internacional de países del Norte y del Sur globales y se ha transformado en un espacio relevante de debate económico y político. Para decirlo resumidamente: es como el Consejo de Seguridad de la ONU ampliado con los actores más relevantes de las distintas regiones del mundo. Lo integran los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU: EEUU, Rusia, China, Francia y Reino Unido; a ellos se agregan Canadá, Arabia Saudita, India, Sudáfrica, Turquía y por Latinoamérica, Brasil, México y Argentina; también participan la Unión Europea y la Unión Africana.

Es muy importante que una instancia de este tipo, con esa composición, esté discutiendo como un problema central para la humanidad la desigualdad.

Por eso la presentación del informe fue saludada por OXFAM, la prestigiosa ONG internacional que trabaja los temas de la desigualdad y también por el Laboratorio sobre la Desigualdad.

El segundo elemento que le otorga relevancia al informe es el peso específico de los seis expertos que lo realizaron. Integraron el equipo de investigación que realizó el informe: Joseph Stiglitz (EEUU), Adriana E. Abdenur (Brasil), Winnie Byanyima (Uganda), Jayati Ghosh (India); Imraan Valodia (Sudáfrica) y Wanga Zembe-Mkabile (Sudáfrica).

Los seis tienen un gran prestigio académico, muy particularmente el coordinador del informe, el Premio Nobel de Economía, el estadounidense Joseph Stiglitz. Los seis expertos consultaron a 80 especialistas del mundo entero y se apoyaron en los estudios y datos acumulados del Laboratorio sobre la Desigualdad, que nuclea a decenas de académicos y basa su labor en la Escuela de Economía de ParÍs, Francia y en la Universidad de Berkeley, en California, EEUU.

El tercer aspecto es la contundencia de las conclusiones a las que arribó el informe. Ya señalamos que el informe establece que la humanidad está en una “emergencia de desigualdad” y afirma que esto no tiene solo que ver con aspectos económicos, sino que también afecta a la democracia, la libertad y un conjunto de derechos. Abdenur, la experta brasileña, afirmó que “el sistema económico actual no le brinda ni bienestar, ni dignidad a la mayoría de la población mundial”.

Entre los datos más relevantes cabe destacar: en los últimos 24 años, el 1% más rico del mundo capturó el 41% de toda la nueva riqueza generada, mientras que solo el 1% de esa nueva riqueza tuvo como destino al 50% más pobre de la población mundial.

El porcentaje del PBI mundial en manos de multimillonarios ya alcanza el 16% y es el porcentaje más alto de la historia.

Al mismo tiempo que se da esta extrema concentración de la riqueza, el 25% de la humanidad, unos 2.300 millones de personas, enfrentan algún grado de inseguridad alimentaria. Para decirlo de otra manera: mientras los ultrarricos son más ricos que nunca en la historia, uno de cada cuatro seres humanos tiene problemas para poder comer.

El estudio indica que también en los últimos 24 años la riqueza promedio del 1% más rico de la población mundial aumentó en 1,3 millones de dólares, mientras que el incremento de ingresos del 50% más pobre de la población en ese mismo período fue de solo 585 dólares.

El 83% de los países estudiados, que nuclean al 90% de la población mundial, presentan un alto nivel de desigualdad, según la definición del Banco Mundial.

El informe alerta como una tendencia peligrosa para aumentar más la concentración de la riqueza en el futuro es que ese 1% más rico de la población mundial recibirá en los próximos años transferencias por 70 billones de dólares por concepto de herencias.

El informe señala que los países con mayores niveles de desigualdad tienen 7 veces más posibilidades de sufrir deterioro democrático que los países que son más equitativos.

El informe también destaca otro peligro de la concentración de la riqueza y el poder, el papel de las redes sociales, propiedad todas de grandes multimillonarios, que las usan para condicionar el debate público y defender sus privilegios.

Los 6 expertos que firmaron el informe propusieron algunas acciones para combatir la desigualdad. A nivel internacional, reformar las normas de propiedad intelectual, y las reglas fiscales, para asegurar una tributación más justa de las multinacionales y las grandes fortunas. En ese sentido destacan que hay una iniciativa de Brasil para un gravamen universal a las grandes fortunas, con un 2% de imposición, que debería aprobarse. En el plano nacional de los países, proponen la aprobación de leyes favorables a los trabajadores, reducir la concentración empresarial, gravar las grandes ganancias de capital, invertir en servicios públicos y adoptar políticas fiscales más progresivas. Finalmente, plantean la necesidad de construir nuevos modelos de cooperación entre países en materia fiscal, comercial y de transición verde.

El informe realiza una petición “prioritaria” al G20: la creación de un Panel Internacional sobre la Desigualdad. Esta propuesta está inspirada en el papel que ha jugado el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) y se plantea objetivos similares, pero para el tema de la desigualdad: sistematizar información, profundizar el análisis y el debate y proponer medidas para las políticas públicas internacionales y nacionales.

Es altamente relevante que la desigualdad vuelva a ocupar un lugar central en la discusión pública. Decimos vuelva porque para los economistas clásicos como Adam Smith y David Ricardo y obviamente también posteriormente para Carlos Marx, la desigualdad siempre fue un problema central de la economía política. Esto fue modificado por la hegemonía del neoliberalismo y las escuelas austríaca y de Chicago.

Que hoy vuelva al centro del debate académico y político es fundamental. Y también que lo haga con una mirada en los de arriba, en la concentración de la riqueza y el poder, no solo mirada desde la pobreza y los pobres.

Además, no es un debate solamente de economía política y filosofía, que ya sería muy relevante, también se discute en torno a propuestas concretas.

Por ejemplo, la de Brasil de gravar con un 2% a los ultra ricos en el mundo, se estima que con ese impuesto se podrían recaudar 250 mil millones de dólares anuales, que podrían dar un gran impulso a las políticas para combatir la pobreza y la exclusión, que son la otra cara de la concentración obscena de la riqueza.

Este debate, reiteramos, central en el mundo, tiene, como lo dice el propio informe, dimensiones nacionales.

Mientras se escribe este editorial Lula anuncia la aprobación en el Senado de Brasil de una reforma tributaria por la cual 25 millones de trabajadoras y trabajadores brasileños quedarán exentos de pagar impuestos y al mismo tiempo se crea un impuesto a los ultra ricos, que tiene distintas franjas de imposición.

Por otra parte, Zohran Mamdani, el socialista electo alcalde de Nueva York, con más del 50% de los votos, anunció que promoverá gravar al 1% más rico de la población de esa ciudad para financiar políticas públicas contra la pobreza y la desigualdad.

En Uruguay, en particular, estudios del Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y Administración de la UDELAR y otros presentados en libros como “Los de arriba”, editado por FUCVAM, muestran que el 1% más rico de la población posee el 40% de la riqueza, que las herencias tienen un enorme peso en la conformación de la riqueza, explican más de un tercio de la misma, que la propiedad de la tierra y la renta que de esta se deriva sigue siendo un factor fundamental, entre otros datos.

Por eso, adquiere actualidad e importancia, la discusión sobre la iniciativa surgida de la academia, de la UDELAR más específicamente, acompañada por el PIT-CNT, varias organizaciones populares y sectores políticos de izquierda, de gravar con un 1% al 1% más rico de la población de nuestro país, para obtener recursos que permitan combatir la pobreza infantil.

Todo forma parte, en distintos planos, del mismo debate.

Mientras lo damos, con fuerza, con decisión, acordes a la gravedad del problema, es bueno culminar este editorial con dos definiciones relevantes, que surgen de dos comentarios al informe.

La primera de la experta brasileña que participó de su elaboración: “Entender la desigualdad es una cuestión técnica; abordarla es una elección política”.

La segunda es del saludo de OXFAM y marca la disyuntiva que enfrenta la humanidad: “Deja más clara la elección para los gobiernos: entre un orden internacional diseñado para servir a las personas comunes o uno controlado por oligarcas”. Ni más, ni menos.

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