Alejandro Ferreira el expolicía acusado de torturas espera sentencia el 6 de marzo por delitos de lesa humanidad.
La semana pasada se presentaron los alegatos en Juicio Oral y Público por las torturas realizadas en el centro de reclusión clandestino “Los vagones” ubicado en Canelones durante la dictadura.
Tres ex policías de esa época, Hugo Guillén, Winston Vitale y Alejandro Ferreira fueron sometidos a la Justicia por estos delitos, dos de los acusados fallecieron. Ferreira es acusado por abuso de autoridad contra el detenido, privación de libertad y lesiones personales, la Fiscalía especializada en Crímenes de Lesa Humanidad pidió 9 años de prisión.
EL POPULAR accedió al alegato presentado por el abogado de las víctimas, Pablo Chargoñia en representación de las víctimas Ricardo Etcheverry y Blanca Calero.
Operación Morgan
“La prueba recolectada ha demostrado la existencia de un plan de represión político policial que consistió en perseguir, capturar, atormentar y mantener en prisión a decenas de hombres y mujeres que pertenecían la mayoría de ellos -en el período y lugar de los hechos considerados-, al Partido Comunista de Uruguay”, comienza el documento.
“Tal como ha demostrado la Fiscalía, el acusado formó parte de ese plan y de esa organización estatal dedicada a violar los más elementales derechos humanos”, afirma.
“La perito Fabiana LARROBLA identifica una operación represiva contra militantes del PCU que nace en octubre de 1975 y se conoce como Operación Morgan. En Canelones este plan represivo tuvo dos zonas de persecución vinculados a dos Regionales del mencionado partido político: Ruta 5 y Ruta 8. La perito señala claramente un “objetivo de aniquilamiento” y la aplicación como instrumento de ese objetivo, de la “tortura sistemática”, agrega más adelante contrariando el alegato de apertura de la defensa del acusado, que afirmaba que Canelones “era un territorio libre de represión”.
“Por el contrario, la historiadora expresa que agentes de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia se trasladaban a Canelones en el marco de aquella operación de aniquilamiento. “En esto de los crímenes de lesa humanidad hay una lógica que se repite (…) lo que va a variar son los personajes que actúen allí (…) estamos hablando de una estrategia represiva del estado planificado desde mucho antes que se pusiera en práctica … (archivo 8/12/22 pista 22) tengamos en cuenta que las jefaturas de policía estaban intervenidas por los militares (…) su accionar estaba acorde con esta estrategia”.
Los vagones de la tortura
El caso “Los vagones” se denomina así porque en setiembre de 1975 en la intersección de la calle Rodó y la Ruta 5 de dicho departamento “se ubicaba una dependencia policial en la que se habían dispuesto dos vagones de tren, más exactamente vagones de carga”, dice el documento.
Los testigos de esta causa son 16. “La abrumadora tragedia coral de hombres y mujeres que narraron en juicio (reviviéndolo en cada caso como fue ostensible dado el estado emocional de cada uno de ellos) conforman una prueba muy sólida del acaecimiento de los elementos materiales requeridos por la figura típica. El encapuchamiento, el plantón, las golpizas, las colgadas no producen, en el cuerpo y en la psique atormentados, lesiones leves sino lesiones graves”, afirma.
Una de las víctimas relata parte de lo allí sucedido: “en una sesión de plantón algunos agentes la tocaban y otros la golpeaban: “Te tocaban la cola y los senos y otro venía y te pegaba”. Como forma de caracterizar una forma específica del maltrato, la víctima apunta: “siempre en condición de mujer”. Respecto de otra mujer detenida, la testigo dice “creo que la llevaban a ver las cosas que me hacían a mí, eso fue lo que me contó ella después”. (…) La tortura demoró unos 15 días, el procedimiento era ir aumentando la dosis de tormento, no comer, no beber y no dormir. De ahí, otra vez de nuevo al plantón. Si uno se caía dormido, había alguien que te pateaba y te ponía de nuevo parada. Y además que era intermitente. Te llevaban y te traían, no era una cosa continúa (…) empiezan a colgarme (minuto 17) me sacaron casi toda la ropa (…) te dejan suspendida en el aire (…) cuando me bajan había un colchón en el suelo y yo empiezo a tener convulsiones (…) no tenés derecho ni a lavarte ni a bañarte, el baño era una taza en el suelo sin puerta (…) está hecho para que uno sienta asco de sí mismo (…) cada vez que me decían que traían a mis hijas me hacían temblar”.
Otro testigo “narró que los captores llevaron a sus padres y los desnudaron (…)”, otro dijo “que su hermana quedó paralítica más de un mes y que la llevaron al Hospital Vilardebó que en una ocasión la vio en un colchón tirado en el piso, estaba ida completamente, no estaba muerta porque movía los ojos, fue por lo único que me di cuenta de que no estaba muerta”. El testigo no duda que su hermana quedó en ese estado a raíz de las torturas recibidas en ese lugar”, agrega el documento del alegato.
Otra víctima afirmó en el juicio que “lo que me queda no sé si es la secuela…estuve 2.555 días entre que me detuvieron y el 23 de setiembre del 83 que volví a casa. Ahí perdí gente muy querida. En el medio de eso mis hijos se gastaron una gran cantidad de días y horas de juego por ir a la cárcel y a Libertad a vernos. Sufrieron ellos también el destrato de alguien que consideraba que nosotros por ser de un partido de izquierda éramos casi monstruos. Igual siguieron adelante y se pusieron la primera túnica y patearon la primera pelota. Y casi no me lo podían contar. Me queda esa secuela. Que es como una especie de brecha que me queda en mi vida. 2.555 días en la vida de un hombre son muchísimos días (…) una brecha existencial demasiado importante como para no tenerla en cuenta”.
Foto de portada:
Movilización contra la prisión domiciliaria a torturadores y responsables de crímenes de lesa humanidad durante la dictadura. Foto: Santiago Mazzarovich / adhocFOTOS.