Bruno Giometti (*)
Hace algunos días se conoció el informe mensual de mercado de trabajo que elabora y publica el Instituto Nacional de Estadística (INE) correspondiente a octubre del año en curso.
Según el mencionado informe la tasa de actividad fue estimada en 62,1% mientras que la tasa de empleo se habría ubicado en 57,2% y la tasa de desempleo en 7,8%.
Esto quiere decir que de cada 100 personas en edad de trabajar hay 57,2 que efectivamente está trabajando, mientras que, de cada 100 personas económicamente activas, hay 7,8 que están desocupadas.
Si consideramos los promedios del último trimestre móvil (agosto a octubre de 2022) para reducir el margen de error que tienen los datos mensuales, la tasa de empleo se ubicó en 56,9% y la tasa de desempleo en 8,0%. Llevado a cantidades de personas, esto implica que la cantidad de ocupados se ubica en 1.659.000 mientras que hay unas 144.000 personas desocupadas aproximadamente.
La rápida recuperación del empleo ocurrida hacia finales de 2021 y el primer trimestre de 2022, se estancó e incluso mostró señales de reversión a partir de marzo del corriente año. Si se generan 40.000 puestos de trabajo adicionales en el promedio de 2022 respecto al promedio de 2021, será en gran medida porque la mitad de la comparación es con relación a una base excepcionalmente baja de empleo como es el primer semestre de 2021, con la movilidad restringida y actividades económicas muy afectadas por la pandemia.
Si comparamos el período Enero/Octubre del año 2022 respecto al período Enero/Octubre de 2019 (post pandemia versus prepandemia) la tasa de empleo muestra una variación muy leve. En Enero/Octubre de 2019 fue en promedio 56,5% y en Enero/Octubre de 2022 fue 56,9% lo que arroja una variación de apenas 4 décimas de punto porcentual. Esto indica que la capacidad de la economía para generar empleo es bastante similar a la de hace tres años, cuando el empleo venía con importantes dificultades.
En cantidad de personas los resultados aparecen ser mejores porque en igual período de comparación tenemos unos 38.000 ocupados más, pero esto se explica en buena medida por el aumento de población en edad de trabajar. Dicho de otra forma, aumentó la población mayor de 14 años, ese aumento fue absorbido por el mercado de trabajo, pero no hay una dinámica adicional de crecimiento del empleo en cifras más significativas.
Capítulo aparte merece la discusión respecto a la calidad de empleo. Si bien los datos dan cuenta de una disminución de los porcentajes de informalidad, asociado a distintos factores, persiste más de un 8% de personas subempleadas (que trabajan menos horas de las que desean trabajar). Sumado a esto tenemos que más de 10.000 empleos que figuran como “formales” en las estadísticas son políticas sociales de empleo (jornales solidarios y plan ABC) lo que por definición es una inserción laboral precaria en términos de ingresos y estabilidad. Que sean necesarios estos planes para sostener las cifras de empleo y las condiciones mínimas de vida de varios miles de compatriotas, habla también de las dificultades que está teniendo la economía para generar empleo en forma dinámica, así como de un Estado que ha renunciado a realizar una política de desarrollo que se oriente en esta dirección.
Finalmente, la caída persistente del salario real hace también al empeoramiento de la calidad del empleo.
Como hemos dicho en informes anteriores, en términos macro, si comparamos 2019 con 2022, la caída del salario real promedio es mayor que la recuperación de la cantidad de ocupados, por lo que hay una caída de la masa salarial global, lo que contrasta con el incremento en el producto nacional.
(*) Economista, integrante del Instituto Cuesta-Duarte y del equipo de ¡¡“Valor!!”.
Foto de portada:
Obra en edificio de viviendas en Montevideo. Foto: Javier Calvelo / adhocFOTOS.