Federico Pérez (*)
Los motivos principales de un resultado electoral son siempre de largo aliento, tienen que ver con la cultura política de un país, la conformación de las fuerzas en pugna, el estado de la correlación de fuerzas sociales en una sociedad e incluso con el régimen político y electoral vigente en un determinado momento.
Esas causas, las más importantes y que explican la mayor parte de los votos en una elección, solo pueden ser abordadas estudiando en profundidad a la sociedad uruguaya, siendo imposibles de detallar en una nota como esta.
Dicho esto, intentaré sintetizar algunas razones de campaña por las que creo que se produjo un cambio de signo político en el gobierno de Uruguay, surgido de las elecciones de octubre y noviembre de este 2024.
Falta de conexión con la realidad
Uno de los principales problemas de la Coalición Republicana fue que se creyó su propio relato, construido con mucha meticulosidad comunicativa, pero que a medida que pasaba el tiempo fue perdiendo asidero en la realidad concreta.
Tenemos por una parte el relato optimista (expresado con toda su elocuencia en el debate presidencial) que apuntaba a un país en auge económico, con mejoras evidentes en el empleo y en la seguridad que no tenía un correlato en la realidad cotidiana de la población.
En el plano económico, el estancamiento del salario real fue una de las cuestiones más evidentes de las políticas en esta administración, sobre todo cuando los asalariados tenían el recuerdo tan cercano del crecimiento de sus ingresos durante los periodos anteriores. Si bien desde el gobierno y la Coalición se comunicó insistentemente sobre el crecimiento del empleo, quedó en evidencia que este crecimiento se debía más a un cambio en la metodología de medición del INE que a una mejora real en la generación de puestos de trabajo.
Además, esta desconexión quedó evidenciada en al menos otros tres aspectos, no solo en el plano económico y de los ingresos. Los casos de corrupción, que desde el oficialismo se intentaron presentar como hechos aislados, se acumularon al punto de ser casi semanales durante el periodo de gobierno, y si bien no erosionaron significativamente la imagen del presidente, la subestimación y la falta de referencia autocrítica a ellos en la campaña le hizo perder credibilidad al planteo coalicionista.
También el tema de la seguridad pública, uno de los pilares de la promesa de campaña de 2019, se transformó en un arma de doble filo. El gobierno intentó vender lo que a todas luces era un fracaso como un éxito, destacando indicadores como la genérica “baja de los delitos” cuando el principal indicador del estado de la seguridad de un país, el índice de homicidios no hacía más que aumentar. Una estrategia parecida a la de Tabaré Vázquez en 2014, enfrentando el problema, quizá hubiera funcionado mejor.
Por último, pero quizá con un impacto más concreto en la misma lógica de no enfrentar o explicar los problemas, la coalición gobernante intentó presentar la suba de la edad jubilatoria como un triunfo, equiparando lo que pierden los trabajadores con esta medida al supuesto beneficio que representa poder seguir trabajando legalmente luego de jubilarse, algo que solo en una operación de marketing puede parecer razonable.
Esto, sumado a que la campaña del PIT-CNT a favor de una reforma constitucional que planteaba medidas en este sentido, hizo que el tema estuviese presente durante toda la contienda y que la coalición no pudiera nunca encararlo de manera correcta. La furibunda campaña que desataron contra la reforma se centró casi exclusivamente en la viabilidad futura de la medida, en lugar de plantear alternativas o defender la reforma realizada (en su contenido y no en la oportunidad), error que volvieron a cometer hacia noviembre, intentando desacreditar al Frente Amplio por plantear dos de las tres medidas de la reforma, en lugar de plantear ellos propuestas concretas. Este error quiso ser enmendado en la última semana de campaña, volviéndose poco creíble para la población.
Magra oferta electoral
Además, la coalición oficialista tuvo la ausencia del “ala populista” y el “ala liberal-progresista” y un error en la confección de la fórmula.
La baja votación de Cabildo Abierto, sumada al desdibujamiento del Partido Nacional, más la salida de Talvi del Partido Colorado, fueron determinantes al estrechar la propuesta de la coalición en términos ideológicos. Si en 2019 la entonces llamada “Coalición multicolor”, tuvo una fortaleza, fue la amplitud de su propuesta electoral, sintetizada en un “Compromiso por el país”, infructuosamente recreado en esta oportunidad.
Por una parte, el espacio político que representaba Ernesto Talvi, que incluyó a votantes colorados “de toda la vida”, pero también a una agenda liberal tanto en lo económico como en lo social-moral, en esta oportunidad se vio desdibujada por un Partido Colorado con un Ojeda que se presentó como un nuevo Lacalle Pou, pero sin la capacidad política del presidente ni una agenda clara de temas que nunca logró instalar. Su estridente campaña por las redes sociales fue muy útil para atraer la atención de personas menos politizadas, sirvió para atraer a algunos varones jóvenes (si, varones) y para obtener suficientes votos para ganar la interna, pero no tuvo “segunda parte”, en la que el candidato colorado pasase a mostrarse como un presidenciable, en lugar de seguir repitiendo una estrategia que, aunque efectiva al principio, se agotó rápidamente y terminó generando en muchos casos el efecto contrario al que se buscaba.
Ojeda se enamoró de su propia campaña y lo que al principio fue disruptivo y removedor, terminó por convertirse en repetitivo y ridículo, máxime cuando tenía propuestas (su equipo en seguridad pública es un ejemplo) con las que podía haber hecho punta de lanza en la pugna electoral. Esta pérdida de impulso de Ojeda (matizado por la atracción de Bordaberry de un voto conservador que le capturó a Cabildo Abierto) hicieron que el Partido Colorado perdiera su impulso inicial y si bien votó mejor que la vez anterior, solo logró compensar los dos puntos que perdió el Partido Nacional con respecto a 2019.
Además, el desdibujamiento electoral del Partido Nacional, que incluyó una obsecuencia absoluta a lo actuado en el gobierno, donde perdió mucha fuerza tanto el herrerismo con presencia barrial como la pata del interior, otrora representada por Larrañaga y el “grupo de los intendentes”, presentó dos sectores mayoritarios solo diferenciados por los dirigentes postulados, pero prácticamente gemelos en términos políticos. Acaso la única diferencia visible entre la 40 y Aire Fresco fuera la moderación de Delgado contra la virulencia discursiva de García y Da Silva, pero que no alcanzó ni siquiera para mantener la votación anterior, perdiendo en bastiones nacionalistas como el departamento de San José.
Por último, la caída de Cabildo Abierto que en 2019 había representado a la derecha de la coalición, con el “se terminó el recreo” en seguridad y contra el supuesto “despilfarro” de la administración frenteamplista, terminó de minar la oferta electoral de la coalición. El desgaste sufrido durante todo el período, sumado al fracaso en seguridad del gobierno y a un sonado hecho de corrupción en el MVOT surgido de sus propias filas, terminaron por aplacar el ímpetu electoral con el que había comenzado su vida política hace 5 años.
El Frente Amplio pegó poco y bien
El Frente Amplio apostó por una comunicación basada en el mano a mano, en las recorridas y en salidas medidas a los medios de comunicación, sobre todo en la etapa hacia octubre. Apostó por esta estrategia en lugar de priorizar la confrontación, sobre todo en un panorama donde si bien hay problemas, no nos encontramos en una crisis donde hubiera un clamor popular para cambiar el gobierno. La campaña “El FA te escucha” realizada durante 2023, permitió conectar con problemas concretos que estaban fuera del radar de la coalición, como la falta de medicamentos en Salud Pública, particularmente en el interior. El enorme despliegue de realizar un diálogo directo con miles de personas aportó claves que ninguna encuesta o focus group puede aportar.
En paralelo, Yamandú Orsi consolidó su figura presidencial, al priorizar la seriedad y tratar de mantenerse al margen de ataques personales, evitando entrar en la dinámica polarizante que caracterizó la campaña de la coalición de gobierno. Este enfoque quedó especialmente claro en el debate, donde su estilo propositivo contrastó con el tono agresivo de Álvaro Delgado, que dio la imagen de ser más un opositor que un candidato del gobierno. Quizá esto tenga como referencia cercana el ejemplo de Sergio Massa frente a Javier Milei en 2023, donde el candidato oficialista cayó en excesos verbales que, si bien generaron mucha sensación de victoria o euforia en la militancia, tuvieron un enorme rechazo entre los indecisos, perdiendo por varios puntos de ventaja.
La campaña territorial del Frente Amplio entre octubre y noviembre
Por último, es notorio que el FA supo capitalizar los errores del oficialismo y consolidó un crecimiento importante entre la primera y la segunda vuelta, con un manual aceitado de “balotajes”, centralizando a toda su militancia en un plan único, que le permitiera ser eficiente en el abordaje mano a mano, aprovechando que “la pesca en la pecera” de octubre en la competencia interna por las bancas ya había sido despejada. En este sentido, la coalición de izquierda ha demostrado una gran capacidad de movilización en estas instancias, que se ve reflejada en el crecimiento hacia noviembre.
En Montevideo, el bastión histórico del Frente Amplio aumentó su apoyo en 34.291 votos, alcanzando una ventaja de 147.266 votos en el balotaje. Canelones presentó un comportamiento similar, con un crecimiento de 17.305 votos, asegurando una ventaja de 47.566 votos, lo que demostró el acierto de la campaña “puerta a puerta” donde el FA priorizó “recuperar” votos de zonas donde había votado bien en el pasado y todavía no lograba hacer del todo pie.
Además, en el litoral Paysandú y Salto mostraron incrementos de 6.033 y 5.249 votos respectivamente. Aunque en algunos departamentos con desventaja histórica, como Rivera y Maldonado, los avances no fueron suficientes para revertir los resultados, el crecimiento en votos fue importante: 6.360 en Rivera y 7.885 en Maldonado.
(*) Director de Data 360.