EL POPULAR transcribe la intervención del diputado y secretario general del Partido Comunista del Uruguay, Rodney Arismendi, el 26 de marzo de 1971, en el primer acto del Frente Amplio.
En la breve intervención de 10 minutos, Arismendi antecedió en el uso de la palabra a Zelmar Michelini, Juan José Crottogini y Líber Seregni.
Arismendi destaca el valor de la unidad, como camino del pueblo hacia el poder, la contradicción oligarquía-pueblo y la necesidad de hablar en nombre de y para 2.700.000 uruguayas y uruguayos.
El discurso
“Señoras, señores, amigos, camaradas: el corazón de la patria está latiendo, de uno a otro confín, en este mitin.
Antonio Machado, el gran poeta español, en una hora dramática de su país, escribía esta frase, que en última instancia es la medida de todos los instantes de encrucijada de un pueblo: La historia es la de siempre, en los trances difíciles, los señoritos que honran a la patria, la venden y el pueblo, que a veces no la nombra, la compra con su sangre.
En la hora difícil del país, esta frase, como una sentencia, ha estado escrita delineando los campos.
Allí está Pacheco, personaje mediocre que la astucia de la historia puso un momento en el poder, para servirle a una oligarquía de banqueros, de terratenientes y de grandes capitalistas.
Aquí, desde el comienzo de su gobierno hasta este mitin, el pueblo todo. La clase obrera, en nombre de su CNT, paro tras paro y día tras día, combatiendo pese a la militarización y a los despidos, a la muerte y a la persecución, defendiendo el salario, defendiendo el pan, defendiendo el techo, defendiendo la justicia social, pero defendiendo la patria y la independencia, al frente de todo el pueblo.
Y junto a ella, la generosa juventud estudiantil, aquí han sido mencionados los nombres de Líber, de Hugo, de Susana y de otros jóvenes caídos por la libertad.
Allá Peirano Facio, Jorge Batlle, allá los ministros corruptos como Charlone, allá los delegados que van a recibir del Fondo Monetario Internacional y de la banca el mandato que humilla a la patria.
Aquí el pueblo, que partiendo de Montevideo en el día de hoy, trae junto al obrero y al estudiante, las capas medias: el intelectual que comprende que su destino está con el pueblo; el profesor que defendió su Universidad y hoy defiende la patria misma; aquellos que en secundaria, el adolescente y el maestro, se unen frente a una intervención corrupta, que llega a entronizar en los liceos ladrones y fascistas.
Allí, los que saltando las divisas se unieron en el sagrado interés de la banca y de los privilegios; los del diario El País, que lamen los pies de Pacheco; los señores de la Alianza, que negociaron en las vísperas de las medidas prontas de seguridad este presente de claudicaciones y de entregas y de castración del Parlamento frente al Pachecato.
Aquí, el pueblo que saltando también las divisas, pero sintiendo las mejores tradiciones de los viejos partidos, para unirse con nosotros comunistas, para unirse con los compañeros cristianos, para unirse con los hermanos socialistas, con los independientes y los sin partido, religiosos, civiles, militares, el pueblo todo.
En las horas de trance difícil, de las que hablara Machado, el pueblo unido, dispuesto a defender y a comprar la patria incluso con su sangre.
Y esto es lo que nos hace invencibles. Y esto es lo que hace indestructible y torrencial este movimiento. Eso es lo que pone lágrimas y emoción en nuestras pupilas, frente a la bandera de Otorgués, el guerrillero.
Eso es lo que nos permite, hablar a nosotros de Artigas sin transformarlo en una evocación vana, sino el Artigas de “no venderé el rico patrimonio de los orientales”; Artigas del Reglamento del año 15, de la entrega de la tierra al criollo, al zambo, a los pobres; Artigas el que dijo, como decimos ahora, porque esta no es una hora de venganza si no una hora de justicia: “no tenemos más enemigos que los que se oponen a la pública felicidad”.
Hablamos en nombre de 2.700.000 uruguayos, aún de aquellos que no están aquí y aún no nos comprenden, contra 2.700 de una oligarquía corrupta, decadente y terminada históricamente, que se aferra al formalismo de partidos unificados en el programa, transformados también en una cosa muerta desde el día que nació el Frente Amplio.
Y hablamos del presente porque no somos una multitud en marcha confusa ni un montón de cólera dispersa, los que murieron sabían por qué lo hacían, los que fueron a la cárcel sabían por qué lo hacían, los que lucharon en las calles sabían por qué lo hacían. Los que fueron reuniéndose todos, con el crucifijo o sin él, con la evocación blanca o colorada o sin ella, con la concepción revolucionaria del socialismo o sin ella, con la idea del marxismo leninismo o sin ella, todos sabiendo sí, que hay soluciones para el país si barremos la oligarquía y el pueblo va al poder y no otras.
Por eso, expresión de pueblo, enarbolamos un programa claro y terminante, no hay ninguna otra fuerza en el país que plantee las soluciones económicas, sociales y políticas que el país espera.
Las soluciones frente a la crisis, las soluciones frente a la inflación presente pese a las mentiras gubernamentales, la solución para la producción paralizada, para el campo despoblado, para la salud pública deshecha, para la Universidad sin dinero, para el pueblo sin techo, para el jubilado y el pensionista robado, para todo esto que es el drama presente de la patria.
Para ello nos hemos juramentado y nos mantenemos unidos. Para restaurar el perfil independiente de una patria libre de todo poder extranjero. Para nacionalizar la banca, los grandes usufructuarios del gobierno de Pacheco, llenándose aún hoy los bolsillos con miles de millones arrancados al dolor del país, a la economía paralizada, al dolor del viejo, a la angustia de la madre, al sufrimiento del obrero paralizado, a la vida sin horizonte de la multitud del campo, del “pueblo de ratas” a la vera del camino o en el interior de la estancia. Nacionalizar la banca, los centros del comercio exterior, la industria frigorífica, desarrollar la economía, realizar una profunda reforma agraria, establecer las libertades fundamentales del país, desarrollar la cultura, garantizar la salud pública.
Es decir, transformar en verdad el pasado artiguista en el presente. Para eso estamos unidos, un programa, una conducta política que nadie traicionará, y un pueblo entero unido de cara al poder”.