De un tiempo a esta parte venimos asistiendo a una particular dialéctica informativa para hablar de asesinatos u homicidios.
Una especie de juego de palabras o “scrabble” se instala cada día en la agenda noticiosa para bajarle un cambio a la realidad de la seguridad uruguaya. Una deliberada forma de maquillar la información por más que les duela a muchos de los que fungen en el relato de esa agenda de la que se hacen eco cada jornada.
Con eufemismos construyen sus reseñas informativas y hasta parece -muchas veces- que lo hicieran a regañadientes, en esforzados intentos por salvar su honor periodístico, pero sucumbiendo –finalmente- a la orden manifiesta de soslayar la realidad.
Así estamos en estos cinco mejores años de nuestras vidas, ya es inocultable reconocer que han copado los medios de prensa y que –salvo honrosas excepciones- construyen un relato alternativo por más que insistan en querer imponer sus cuestionados y dudosos datos…
Las mil formas de no decir “asesinado”
Serían digno de elogios por la creatividad literaria que imponen cada vez para esconder –aunque más no sea de la agenda diaria- la realidad de una violencia que dijeron venir a combatir hasta su exterminio y que, en cambio, se ha incrementado a niveles inesperados.
La cruda realidad les ha abofeteado varias veces con cuerpos desmembrados o calcinados, y con ejecuciones de estilo mafioso que no han reparado siquiera en disminuir sus efectos ante la presencia de niños en la escena. Cuando menos en los espacios públicos, donde tampoco hay freno alguno para impedir su manifestación a cualquier hora del día.
Un cuerpo quemado, desmembrado y con presencia de heridas de bala se califica como muerte dudosa para quienes escriben la crónica de una muerte violenta que se quiso ocultar quemando el cuerpo. (El Observador, 5 de julio de 2022).
Otra forma de presentar el mismo caso la tuvo El País, el mismo día, titulando acerca del hallazgo “en la calle del cuerpo de un hombre comido parcialmente por perros”. Luego, en una bajada más específica sobre lo que fue a todas luces un homicidio, se informan quemaduras, la presencia de una bala subcutánea en el abdomen y que estaba tapado con maderas (es decir, estaba armada una pira para la incineración completa que no llegó a producirse).
Pero no todo está perdido, todavía hay quienes honran su profesión y a las cosas las informan como las ven y no como les dicen que tienen que verlas. Así fue, el caso del periodista Diego Piriz quien en su cuenta de Twitter informó: “Un hombre fue amordazado, asesinado a tiros, y prendido fuego en Canelones. El cuerpo fue hallado por un vecino de la zona cercana a Suárez, dentro de un cañaveral. Aún no está identificada la víctima”.
Por supuesto que no es una cuestión de que los periodistas o la prensa sean los que determinen fehacientemente la calificación final acerca de una muerte violenta (si fue o no un homicidio). Pero lo menos que les pedimos es mantener la misma línea que tuvieron antes cuando era otra la administración de gobierno. Una administración con la que no tuvieron piedad alguna en informar hasta el hartazgo, no una sino muchas veces en el mismo día, la ocurrencia de uno o más homicidios. ¿O acaso se olvidaron ya del homicidio del planchero de La Pasiva?
La crónica roja era la estrella de los informativos; si hasta aumentaron los espacios dedicados al morbo, y la violencia era importada cuando flaqueaban los casos autóctonos. Muchas veces replicaron situaciones de extrema violencia ocurridos en la región para mantener el clima que se iba gestando en la audiencia a partir de lo que mostraba la tele. ¡Si hasta les pusieron música a los informes! ¿O nos olvidamos de Telenoche y su innovadora forma de presentar la crónica roja de su noticiero central?
Hoy parece que desaparecieron los cronistas policiales. Tan afectos antes a seguir y propagar los casos en redes sociales y potenciarlo en sus espacios informativos, hoy se dedican –en su gran mayoría- a reafirmar una gestión que solo ha sembrado más dudas que certezas desde su inicio. Una administración que ha sembrado dudas en las cifras oficiales con preocupantes índices de crecimiento de las muertes dudosas que no se cuentan en las estadísticas.
Y no sigan repitiendo que en el Observatorio siguen los mismos funcionarios porque ya les explicamos que nada tienen que ver quienes trabajan en el mismo, sino la información que les registran desde las comisarías. Si hay orden de no registrar es natural que las denuncias bajen. Si hay obstáculos para denunciar, es natural que las denuncias bajen. Si ya no me toman denuncia con las tablets en el lugar de los hechos y tengo que ir a una Seccional, es natural que las denuncias bajen. Si ya no hay estudiantes becarios en las comisarías para tomar denuncias y ponemos a retirados policiales que no manejan computadores a atender público, es natural que las denuncias bajen. Mientras tanto, los delitos siguen subiendo. Basta con ir a los barrios y consultar a la gente.
Hoy parece que los cronistas policiales perdieron no solo el olfato periodístico, sino la sagacidad para investigar aquellos puntos que son cuestionables de forma clara. Nadie investiga a fondo el tema de las muertes dudosas, nadie se cuestiona la forma de presentar los informes revelando siempre –en una constante de esta administración- los antecedentes de las víctimas. Y cuando estos faltan, se incluyen indagatorias que solo tienen registro policial y no en la Justicia. Así una víctima que pudo pasar su condena y su proceso rehabilitatorio, sucumbe a la deshonra pública póstuma con esa particular forma de informar su violenta muerte. No todos quienes tenían antecedentes pudieron morir por un ajuste de cuentas.
Lo concreto es que hoy asistimos a recurrentes informes que minimizan la realidad y pretenden pintarla de un color abstracto y alejado del que nos regala cada día la realidad uruguaya. Tristemente asistimos al peor mes de mayo de la historia uruguaya con 45 muertes violentas (que podrían incrementarse si se revelaran detalles de las muertes dudosas pendientes que no se registran en las estadísticas oficiales). Y si bien junio bajó el número de ocurrencias, el incipiente Julio viene recargado con un asesinato por día (6 en 6 días).
No es negando la realidad que se cambia la misma, sino al contrario. Hay que asumirla primero, conocerla bien y diseñar políticas públicas que den efectiva respuesta al problema. La seguridad no se resolverá por el mero azar, es necesario aplicar inteligencia y mucho conocimiento que permitan encontrar sus principales causas y buscar las mejores soluciones.
Ocultar la realidad no es otra cosa que hacer la táctica del avestruz, que, cubriendo la cabeza creía tener a resguardo el resto de su cuerpo.
En otras palabras, no hay que seguir diciendo Gre… Gre… para decir Homicidio.
el hombre arrugó el diario,
el perro ladraba mirando el parrillero…
Fernando Gil Díaz – «El Perro Gil»