Hace pocos días se viralizaron imágenes de la represión policial a manifestantes del colectivo Nitep (Ni todo está perdido), integrado por personas en situación de calle, que se convocaron en Plaza Cagancha. En determinado momento cortaron el tránsito y eso dio pie a una intervención policial que se destacó por la agresividad de algunos efectivos. Algo que hizo recordar los incidentes ocurridos en Buenos Aires (días previos a las PASO), y donde falleciera uno de los manifestantes en medio de acusaciones de abuso policial. Sin llegar a aquel desgraciado extremo lo de Plaza Cagancha debiera tomarse como un aviso de lo que no queremos que ocurra en este lado del Plata. Lo más triste de todo el episodio es que lo que vemos es una lucha sin sentido entre iguales, por más que los represores de turno no se consideren parte de la misma clase social del reprimido.
Era oligarquía o pueblo no más…
Cuánto se criticó la frase que disparara la elegida candidata a vice de Daniel Martínez, Graciela Villar, dando pie a una andanada de críticas que sirvió de base para matrizar una campaña que se valió de aquellas expresiones para fogonear una contienda electoral en la que se mezcló de todo. De aquella expresión hasta la situación de Venezuela en tanto dictadura o no, no faltó nada y fueron temas recurrentes para una discusión muy bien libretada.
Entramos en aquel corral de ramas que nos impusieron sin saber responder de forma contundente que los pueblos se dan sus propios gobiernos y que Uruguay se debe relacionar con todos pensando en lo mejor para los intereses de los uruguayos. ¿Acaso el actual Presidente de la República se cuestionó algo a la hora de resolver y designar un embajador en Venezuela? Poco le importó cuestionar si era una dictadura o no, primaron los intereses comerciales de los uruguayos. Tampoco se cuestiona el sistema político que gobierna en China a la hora de pretender un tratado comercial que lo libere del MERCOSUR. Entonces, con las cartas del actual gobierno a la vista, nos desayunamos que todo es una cuestión de hipocresía pura y dura. Mentir para llegar a un objetivo aunque después se haga lo que criticaron antes. Hipocresía y cinismo.
Pero, como no somos todos iguales es que siguen pesando algunas cosas que nos hacen diametralmente distintos. Una de ellas es la forma en que se resuelven los conflictos y ahí entra a pesar aquella consigna. Pues es notorio que se trata de una cuestión ideológica que define a un gobierno que privilegia determinados sectores en detrimento de los grupos mayoritarios más empobrecidos.
Un gobierno que beneficia a los círculos de privilegio, concentrando la riqueza en los sectores altos bajo la falsa premisa de un derrame posterior que nunca se concreta. Riqueza que se genera a partir de los recortes que sufren los trabajadores, jubilados y pensionistas que asisten -desde que inició este gobierno- a una constante depreciación de sus ingresos. Prometieron una recuperación al final del período que podrá devolvernos a niveles de 2019, pero lo que se perdió no se recuperará nunca.
Entonces, con ese panorama en juego, duele doblemente observar comportamientos de trabajadores a los que la ley les otorga el uso exclusivo de la fuerza, que la usen abusivamente contra otros trabajadores o, como en el caso que nos convoca, contra gente que está en el último eslabón de la empobrecida sociedad uruguaya como son la gente en situación de calle.
Duele ver el nivel de violencia que no se puede justificar con el mero hecho de cumplir la ley porque la misma ley que argumentan establece límites. Límites que se vulneraron en detenciones que excedieron lo razonable a estar por las imágenes viralizadas. En tensiones como esas es que nos preguntamos ¿dónde están los equipos de negociadores que se gestaron en la pasada administración?
Porque la represión no puede ser la primera medida a aplicar sino la última; en cambio, esta gestión parece haber invertido el orden lógico de la resolución de los conflictos apelando a la represión de forma cuasi instantánea.
A esta altura del período, si algo quedó demostrado es lo equivocado de las consignas marketineras que impulsaron al inicio; llenas de prejuicios y faltas de toda pedagogía criminológica como ha quedado demostrado. Ni terminaron con el recreo ni dieron muestras de no aflojar, pues el delito ha ido en aumento de forma sostenida más allá de la inconducente retórica afirmación de haber bajado las denuncias.
Lo concreto es que hoy tenemos una policía que reprime antes de negociar, y que de buscar la convivencia como antídoto a la inseguridad no tiene nada. Lo vimos de forma vergonzosa en la represión a la hinchada de Boca Juniors en ocasión del partido por la Libertadores en Montevideo. Fue escandaloso y profundamente vergonzante ver el pasillo de apaleo que tuvo a la policía uruguaya como protagonista en imágenes que recorrieron el mundo.
Es muy triste ver que los uruguayos no somos capaces de resolver nuestros conflictos de forma civilizada, pero mucho más triste es que las autoridades contribuyan siendo parte del problema…
el hombre protestaba,
el perro mordía un garrote…
Fernando Gil Díaz – «El Perro Gil»