20240125/ Pablo Vignali / adhocFOTOS / URUGUAY / MONTEVIDEO / Desfile inaugural del Carnaval, desde la plaza Independencia hasta la plaza Cagancha, en Montevideo. En la foto: Murga Los Diablos Verde, durante el desfile inaugural del Carnaval, por la avenida 18 de Julio de Montevideo. Foto: Pablo Vignali / adhocFOTOS

Gonzalo Perera

En los días de febrero de mi infancia rochense, como suerte de ritual pagano, casi todos los días se me aparecía mamá  a reclamarme porque le había quebrado alguna aguja de tejer. Es que yo estaba empeňado en imitar lo más fielmente posible el muy particular estilo de la murga de La Estiba, que, bajo distintos nombres, todos los carnavales me deslumbraba con un patrón rítmico único, que jamás volví a oír en ningún otro lugar. Sobre todo me fascinaba el redoblante de “El Birola” y a falta de redoblante propio, había descubierto que una lata de galletas redonda puesta al revés y algunas agujas de tejer de mi mamá me daban la oportunidad de hacer mi práctica cotidiana. 

Pese a los retos, mi vieja, una pianista muy respetuosa de la amplitud musical y sobre todo, una gran madre, me llevaba todas las noches al tablado de la plaza del pueblo, a escuchar repertorios que sabía de memoria, al sentir la rítmica que me fascinaba, todos mis sentidos se concentraban en esa batería, que siempre parecía estar descubriendo. Ya fuera de mi pueblo y más grande me tocaría estar del otro lado, y ser el escuchado, sintiendo las emociones tan impresionantes que te da la mezcla del ritmo y del calor popular. Pero los recuerdos de infancia son lo primero y más profundo que siento cuando pienso en “carnaval”.

El carnaval en Uruguay es una fiesta popular por excelencia. En mi infancia y adolescencia, con importantes prejuicios de clase: las murgas, y ni hablar el candombe, eran básicamente de clases populares y estar inmerso en ese mundo te ganaba miraditas despectivas en las clases medias y más altas. Quizás con excepción del parodismo, por aquel entonces escenario del extraordinario duelo entre Los Gabys y Los Klapers, y que, aunque era un fenómeno netamente montevideano, permeaba mejor en las clases medias. 

Las murgas montevideanas eran de la Unión, de la Aduana, de La Teja, del Cerro, etc. Las comparsas venían de los barrios donde se reubicaron a la fuerza las familias de los conventillos Mediomundo, Ansina, Gaboto como Barrio Sur, Palermo, Cordón Norte, Cerrito…

El extraordinario trabajo de algunos músicos en la fusión de la murga y el candombe con música pop y similares (dos ejemplos notorios: Ruben Rada y Jaime Roos), al recurrir a lenguajes musicales que ya estaban instalados en las clases medias o altas fue uno de los factores (referiremos posteriormente a otro) que produjo, con el transcurso del tiempo, que la murga y el candombe penetraran y dieran identidad a todo el Uruguay. Por lo cual hoy suenan tambores o se reconocen canciones murgueras en cualquier ámbito, pero el carnaval, en su conjunto, no ha perdido su muy particular raigambre popular. Ha tenido transformaciones: géneros nuevos, estilos nuevos en los viejos géneros, cambios que no todos convencen a quienes tenemos cierta edad, pero la raíz no se torció. En Carnaval cantan y hablan las clases populares, con niveles de calidad que asombran a los extranjeros que lo presencian, con niveles de adhesión popular enormes, con conjuntos que tienen hinchadas más grandes que varios clubes de fútbol.

Esa raigambre popular y la tradición crítica, particularmente de la murga, la hacen más familiar a la sensibilidad de la izquierda, naturalmente, aunque haya grandes figuras del carnaval que no fueron o no son de izquierda. Pero además, si bien el carnaval es de todo el Uruguay, obviamente tiene su centro en Montevideo, donde la mayoría de la población hace más de tres décadas tiene  al menos cercanía con la izquierda, por lo cual, por su propia definición y por búsqueda de empatizar con lo que siente el público, efectivamente la mayoría de agrupaciones de carnaval tienen un discurso más cercano a la izquierda que a la derecha. A todos los gobiernos se los critica en carnaval, pero honestamente creo que mucho más a los de derecha. Lo que es lo más razonable del mundo. Si con gobiernos frenteamplistas los salarios reales se recuperaron y con los gobiernos de derecha se hunden, no se puede esperar que las voces, que surgen de la raíz del pueblo, no reflejen las diferencias que viven cotidianamente. 

Hoy vemos que es de creciente preocupación en el gobierno actual, el que en carnaval se le dé voz a posturas afines a la izquierda. Ay muchachos, muchachos de la derecha, qué insaciable es su pretensión hegemónica. Uds tienen casi todos los diarios, casi todas las radios, casi todas las señales de TV, casi todos los portales web, tienen los “desinformativos”, los titulares, notas, entrevistas y comentarios de “analistas” a su disposición…..¿Acaso no les alcanza semejante desmesura de monopolio para la formación de la opinión pública, que también quieren el Carnaval?

Aunque parezca increíble, es así. Se tomaron  a Gramsci muy en serio y no quieren dejar nada librado al azar en la imposición del pensamiento hegemónico, quieren que todo trabajador estructure su pensamiento desde la salvaguarda de los intereses del gran capital y todo medio o forma de comunicación debe ser funcional a ello.

Están los que se enojan, como la señora que hace stand-up en el Senado. Están los que buscan ocupar algún espacio, como se ha visto  actuar a Gandini, por ejemplo. Y están los fanáticos, como el Intendente de Rocha, que lisa y llanamente pretendió callar las murgas. Logrando que las murgas de Rocha reciban adhesión de muy distintos puntos del país, y que algunas se presenten en el prestigioso certamen de San Carlos. Suena a lección no aprendida de la experiencia de la dictadura, que también pretendió acallar a las murgas.

En plena dictadura, Falta y Resto sacó el espectáculo de “Murga La”. La murga que no cantaba, que no existía físicamente. “Una murga que no tiene/  presentación ni couplé/ que no tiene ni siquiera/ director que diga ¡ Tré!”. La tremebunda ironía  de esa murga “único caso en la historia/ ¡Ninguno desafinaba!” fue uno de los discursos más potentes contra el autoritarismo, contra la censura, contra el abuso, contra el terror. En momentos en que murgas como La Reina de la Teja, la Falta, Araca la Cana y otras, iban asumiendo el decir de diversas maneras lo que no se podía, lo que el poder no quería que se oyera, florecieron la astucia, el ingenio, la picardía, la complicidad con el público, para significar claramente todo lo que el pueblo necesitaba oír. Ese fue otro factor clave para que la murga permeara las capas medias, muy particularmente: en los momentos donde el terror golpeaba a la inmensa mayoría del país, las murgas fueron voceras de la conciencia, del dolor, de la dignidad, de la esperanza, de la libertad. Y aquella “Murga La” que en el relato escénico se decía en suma que a fuerza de prohibiciones no podía ser nada más que lo que cada uno se imaginara “de acuerdo con su conciencia”, fue un ejemplo paradigmático de esa resistencia cultural y de cómo se trababan lazos muy profundos entre amplios sectores populares y sus voces, las que decían la verdad, no el discurso impuesto.

La derecha seguirá con su ofensiva para controlar toda forma de expresión cultural. Pero todos los años, en todas las edades, por todas partes, seguirá dando que hablar lo que hizo una murga u otra, se aplaudirá a rabiar a quienes condenan o le toman el pelo a los agentes de la injusticia, del abuso, del elitismo, del país del malla oro, de la corrupción sistematizada, del narco-país.

Pasarán los tiempos, pero la derecha sufrirá pánico cuando en cualquier pueblo, en cualquier tablado, un director diga la mágica fórmula:

¡Tré!

Foto de portada

Murga Los Diablos Verdes, durante el desfile inaugural del Carnaval, por la avenida 18 de Julio de Montevideo. Foto: Pablo Vignali / adhocFOTOS.

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