El impacto socioeconómico de la pandemia de COVID-19 en América Latina y el Caribe puede dejar alrededor de 14 millones de personas vulnerables al hambre este año, advirtió el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas.
«Es vital y urgente que brindemos asistencia alimentaria a la creciente cantidad de personas vulnerables en la región, así como a aquellos que dependen del trabajo informal. Todavía tenemos tiempo para evitar que la pandemia COVID-19 se convierta en una pandemia de hambre», dijo Miguel Barreto, director regional del Programa para América Latina y el Caribe.
La estimación sugiere que 10 millones de personas más podrían ser empujadas a la pobreza y el hambre en 11 países de la región, incluidos los pequeños estados insulares en desarrollo en el Caribe.
En 2019, 3,4 millones de personas se enfrentaban a una grave inseguridad alimentaria, una situación de emergencia en la que no pueden satisfacer sus necesidades alimentarias básicas tanto en cantidad como en diversidad.
Un pronóstico poco alentador
La proyección del Programa Mundial de Alimentos se basa en la comparación entre las evaluaciones de seguridad alimentaria realizadas en 2019, un análisis de indicadores económicos después del brote de COVID-19 y los resultados de encuestas remotas completadas en 2020 para evaluar el impacto de la pandemia en el acceso a los mercados, alimentos seguridad y medios de vida.
El análisis de los indicadores económicos para 2020 no es alentador. Con la pandemia, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) pronostica una contracción regional promedio de -5,3% para este año. El impacto de esta contracción en la actividad económica puede agravar la condición ya precaria de millones de personas vulnerables que necesitan trabajar para tener acceso a los alimentos.
Además, las restricciones de movimiento y las órdenes de refugio en el lugar hacen que sea difícil o imposible trabajar. Las estimaciones de la CEPAL y la Organización Internacional del Trabajo sobre las pérdidas de empleo de la clase trabajadora pobre y la pérdida de ingresos de las remesas del exterior también son negativas.
Las proyecciones de hambre se refieren a los países donde este tiene presencia: Bolivia, Colombia, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua, Perú, República Dominicana y pequeños estados insulares en desarrollo en el Caribe.
En Haití, el número de personas con inseguridad alimentaria severa podría aumentar de 700.000 a 1,6 millones.
Asimismo, la población de inmigrantes venezolanos en Colombia, Ecuador y Perú que no saben de donde vendrá su propia comida potencialmente aumentará de 540.000 a más de un millón.
En el Corredor Seco de América Central, la situación no es mejor, ya que el número de personas con inseguridad alimentaria severa tiene el potencial de aumentar de más de 1,6 millones a cerca de tres millones.
Esto sin contar con la temporada de huracanes en el Caribe comienza en junio, un riesgo adicional para el cual los gobiernos deben prepararse.
Las cifras estimadas no incluyen a países como Brasil, Venezuela o México, donde el Programa no tiene presencia actualmente.
Se necesita más apoyo
El Programa insta a los países a brindar apoyo adicional a los beneficiarios de los programas nacionales de protección social y ampliar su cobertura a más grupos, como los migrantes y las personas sin empleo formal. Para responder rápidamente y a escala al enorme desafío presentado por COVID-19, algunos países necesitan asistencia de instituciones financieras internacionales y de la comunidad internacional.
«Trabajando juntos, podemos minimizar el riesgo de inseguridad alimentaria y proteger a los países y comunidades más vulnerables de los efectos potencialmente devastadores de la pandemia», dijo el director regional.
Fuente: Naciones Unidas (ONU)