Marcha por el Día Internacional de la Mujer por la Avenida 18 de Julio de Montevideo el año pasado. Foto: Javier Calvelo / adhocFOTOS.

8M: Para avanzar todas

UJC

Frente a un mundo que parece cada vez más derechizado en nuestro país asumió un nuevo gobierno de izquierda, lo que abre una nueva etapa de esperanza, de impulso y coyuntura favorable para avanzar en derechos para las poblaciones cada vez más vulneradas, para revitalizar esas políticas que cinco años de herrerismo dejaron atrás. Sin duda, la vida de las mujeres uruguayas hoy es más difícil que cuando el Frente Amplio dejó el gobierno, y las políticas de género deberán ser una de las prioridades del quinquenio que comienza.

Si en estos cinco años que terminaron todos los números indican el aumento de la pobreza, de la desigualdad, de trabajos precarios, casi nula recuperación salarial, y un largo etcétera producto de un gobierno de espaldas al pueblo, esos mismos indicadores son aún más desoladores si se hace una división por género. Si en esta nueva conquista del gobierno hablamos de poner otra vez el Estado al servicio de las grandes mayorías, si hablamos de profundizar en derechos, y volver a dignificar la vida de las personas, una de las prioridades tiene que ser definitivamente mejorar la vida de las mujeres.

Lo urgente

Sin duda, entre las mayores urgencias que tenemos las mujeres hoy está la atención a la violencia basada en género, ya que sigue siendo altísimo el número de femicidios. Esta lucha para prevenir, atender y tender a erradicar la violencia tiene que darse primeramente en lo presupuestal, se hace vital darle a la aplicación de la Ley de Violencia Basada en Género el presupuesto necesario. Esta ley, pese a los embates constantes que recibe, es una ley integral, con un foco importante en la prevención de la violencia, en la contención y atención primaria para evitar la escalada que desencadena luego en los femicidios. Nunca será pertinente hablar del éxito o fracaso de esta ley si no se puede aplicar a cabalidad.

Es evidente que, desde los sectores de derecha, que son hoy la oposición, siguen entendiendo que, en el bombardeo a esta ley, pero sobre todo en la desacreditación y hostigación a las mujeres que denuncian, tiene un nicho en el que crecer. Por un lado, porque claramente son apoyados por sectores conservadores que buscan sostener el sistema opresor tal cual está hoy, pero también en el mismo sentido, porque no solo representan a estos sectores, sino que lo son. Cuando hablan de denuncias falsas, cuando contra todo lo que indica la evidencia (en nuestro país y en el mundo) lo colocan como un grave problema de la actualidad, lo hacen para poder mantener su propia impunidad, a la vez que cambian el eje de la discusión, haciendo que el movimiento feminista deba concentrar sus fuerzas en defender lo conseguido en los últimos años, e incluso derechos que creíamos conquistados hace décadas.

La representación

Parece increíble que en pleno 2025 las mujeres sigan subrepresentadas en los espacios de decisión y poder, no solo a nivel de gobierno, sino que básicamente en todos los ámbitos. No es que la sola participación de mujeres en estos ámbitos garantice nada por sí sola, hay muchas mujeres que niegan la opresión estructural que sufrimos, o que aun considerándose a sí mismas feministas utilizan la lucha simplemente para acceder ellas a más privilegios, no importándoles que la lucha tenga un carácter realmente transformador para la vida de todas. Sin embargo, el dato habla de un tipo de sociedad que aún existe a las mujeres demostrar capacidad que a sus pares varones no, una sociedad que nos exige a nosotras más de lo que les exige a ellos, principalmente en política. La famosa doble vara.

A esto se le debe sumar la comparación constante. En medio de la asunción presidencial, Laura Alonso, la esposa del nuevo presidente, se hizo eco de la celebración del pueblo frenteamplista. La vimos salir al balcón feliz, festejando el nuevo gobierno frenteamplista que encabeza su marido. En su felicidad estaba la nuestra. Poco tiempo pasó para que, desde la derecha, desde sus cuentas trolls en las redes sociales que solo difunden odio, comenzaran una campaña de hostigamiento, acoso y violencia. No sólo porque molesta la felicidad del pueblo, sino porque molestan las mujeres libres, que se expresan sin miedo, que no se prohíben el disfrute. Y, por supuesto, que comenzó también la comparación con la (en ese entonces) esposa del expresidente, comparar la actitud y el aspecto físico, como si realmente alguna de esas dos cosas dijera algo de las mujeres como personas, como seres humanos, y no solo como objetos.

Los desafíos

En estos cinco años que tenemos por delante tenemos el desafío de reducir las desigualdades de género que persisten en nuestra sociedad. Reducir la brecha salarial, que tiene otra cara en el trabajo no remunerado y la doble jornada de las mujeres. Reducir la desigualdad en el acceso al trabajo, en el crecimiento profesional, en un país donde se reciben año a año más mujeres que hombres, y sin embargo tienen más dificultades de acceso al trabajo, más dificultades para llegar a altos puestos, o grados más altos en sus profesiones; donde muchas veces dejan los espacios de investigación y aportes académicos porque son las mujeres quienes se ven obligadas a abandonar sus carreras cuando tienen hijos. Tenemos el desafío de reducir la pobreza, que hoy tiene cara de mujer y de niños, porque los hogares pobres son en su mayoría monoparentales.

Es una prioridad trabajar para que haya cada vez menos femicidios, menos situaciones de violencia y abuso intrafamiliar, menos acoso laboral y callejero. Trabajar para que el proceso de denuncias no sea revictimizante, para que las mujeres no sean juzgadas o incluso hostigadas cuando denuncian, que se las tome en serio, y se atienda realmente la situación.

Para que avance nuestro país, tenemos que avanzar en la igualdad de género.

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