Las ollas populares continúan asistiendo a los sectores más vulnerables, mientras las estadísticas de la pobreza aumentan.

La emergencia sanitaria pasa, la emergencia social queda

El 2021 cerró con 400 mil personas y uno de cada cinco niños y niñas en la pobreza.

Esta semana el presidente de la República firmó un decreto que puso fin a la emergencia sanitaria. ¿Qué país nos deja la pandemia en materia económica y social? Sin dudas, la respuesta es que estamos ante un Uruguay más desigual y más pobre que en el 2019.

El pasado 23/03 el BCU publicó los datos referentes a la actividad económica. Con esta información disponible se cierra el año 2021 y se observa que la economía uruguaya creció un 4,4% con respecto al 2020. Para muchos analistas, el PIB ya ha recuperado su nivel pre-pandemia dado que si se compara el último trimestre 2021 versus el último trimestre del 2019 el dato es 2,9% superior. Pero no todos los componentes del PIB evolucionaron de la misma manera. De hecho, el consumo de los hogares (que es una variable que usualmente se utiliza como aproximación al bienestar de las familias) es el único componente del PIB que aún se encuentra un 1% por debajo del nivel del último trimestre del 2019. Como contracara, la formación bruta de capital fijo se encuentra un 25% por encima, y las exportaciones de bienes en el año 2021 alcanzaron los 11.549 millones de dólares, siendo éste el mayor registro histórico desde que se cuenta con información estadística sistematizada (Uruguay XXI. Informe Anual de Comercio Exterior, 2021) 

El hecho de que el consumo de los hogares se mantenga todavía por debajo de la situación pre-pandémica es un dato que no sorprende, dado que, si se tiene en cuenta la evolución del ingreso de los hogares, se observa que esta variable aún se encuentra un 2% por debajo del último trimestre del 2019.

Esta información que había sido publicada por el INE el pasado 7 de febrero, fue la antesala de la publicación de los datos de desigualdad y pobreza realizada la semana anterior, los cuales terminaron de confirmar que el Uruguay pos-pandémico es más desigual y más pobre. El cociente entre lo que percibe el 10% de mayores ingresos y el 10% de menores ingresos se incrementó nuevamente, pasando de 11,4 a 11,5, en el 2019 había sido 11,1. Es decir, que en los últimos años los que ganan más comienzan a alejarse de los que ganan menos. Si en lugar de considerarlos ingresos, tomamos la riqueza de los hogares, la situación en materia de desigualdad sería mucho peor dado que, por ejemplo, los depósitos de los uruguayos en cuentas bancarias del exterior se incrementaron en estos dos años de pandemia en 6.337 millones de dólares, la mitad de este incremento se concentra en cuentas mayores a 250.000 USD.

El aumento de la desigualdad es preocupante, pero, dada la política económica del gobierno, no sorprende. Dos de cada tres pesos que ingresan a los hogares obedecen a ingresos derivados del trabajo, y cómo ya es de notorio conocimiento, los salarios reales continúan en picada, debido a que el gobierno, lisa y llanamente, adoptó esta medida como eje central para la recuperación del crecimiento económico. A la prueba está que, en la novena Ronda de Consejos de Salarios, cuando no se llegó a un acuerdo entre las partes, el gobierno votó en 29 oportunidades con los empresarios y tan solo en 4 con los trabajadores. Entre febrero de 2022 y febrero de 2020, los salarios reales cayeron un 4,4%.

Claramente este comportamiento de los salarios reales influye en variables como la pobreza, cuya medición se aproxima justamente a partir del ingreso de los hogares. En el año 2021 la pobreza cerró en 10,6%, casi dos puntos por encima de su nivel del 2019 (8,8%). Lo curioso quizá fue que en el primer semestre del 2021 la pobreza había sido de 10,2% y en el segundo experimentó un crecimiento y se situó en 11%. Si lo traducimos en cantidad de personas, se observa que en el segundo semestre de 2021 había 390 mil personas bajo la línea de pobreza, registro muy similar al ocurrido en el segundo semestre del 2020 (400 mil personas). Es decir, al finalizar el segundo semestre del 2021 la situación en materia de pobreza era prácticamente igual a la del segundo semestre del 2020.

Esto sí efectivamente es llamativo, principalmente porque el empleo tuvo un repunte a partir del segundo semestre del 2021. Una posible hipótesis es que los puestos de trabajo que se crearon son de muy baja remuneración y, por lo tanto, si bien la persona tiene empleo, los ingresos que obtiene a partir de éste, no son suficientes para superar la línea de pobreza. Otra hipótesis, es que los puestos creados no llegaron a los sectores de bajos recursos. De hecho, la pobreza en el segundo semestre entre la población de 18 a 64 años, no sólo no se redujo, sino que se incrementó levemente, pasando de 9,1% a 9,5%. Asimismo, es probable que el efecto inflacionario esté impactando dado que, en el segundo semestre la variación del IPC mostró un comportamiento notoriamente superior al que esperaba el gobierno (3,1% dato efectivo y 1,8% el que proyectaba el gobierno). Además, los productos que más incrementaron su precio son los que en mayor medida consumen las personas de menores recursos. En el segundo semestre, la inflación de alimentos y bebidas fue de 3%, la de vestimenta 4,7%, la de artículos para el hogar 4,9% y la de transporte 7,7%, dado el ajuste sistemático del precio de los combustibles. Este comportamiento inflacionario parece no haber cedido en los primeros tres meses del año, dónde ya se acumula un 4,4% de inflación, lo cual minará por completo el menguado ajuste de salario que recibieron los trabajadores en enero. 

La evolución de la pobreza infantil también merece un destaque, principalmente por lo mal que fue manejado el dato del primer semestre por parte del gobierno. Este mal manejo abarcó desde una estimación desactualizada en cantidad de niños, dada la fuerte caída de la natalidad en los últimos años en los sectores de menores recursos, hasta una imagen con globitos totalmente desubicada pues se estaban presentando los datos de pobreza para los niños y niñas menores de 6 años. Se insistió por parte de la Ministra de Economía que la pobreza de este grupo de edad en 2021 era menor a la del 2019, cuando en realidad, el dato de 2021 obedecía solo al primer semestre y no a todo el año. Si uno miraba el dato del primer semestre de 2019 y lo comparaba con 2021 veía que las diferencias no eran estadísticamente significativas, por lo que la afirmación de la Ministra era incorrecta. Ahora que se publicaron los datos anuales, se observa que mientras en el 2019, la pobreza ascendía a 17% entre los menores de 6 años, en el 2021 ese registró fue de 18,6%, por lo tanto, lejos estamos para andar celebrando con globitos.

Además, la pobreza también se incrementó con respecto al 2019 para el resto de los grupos de infancia. Entre los niños y niñas de 6 a 12 años en el 2021 el registro fue 3 puntos porcentuales superior al de 2019, y entre los niños de 13 a 17 años la pobreza cerró el 2021 en 18,8% (casi 4 puntos por encima de la del 2019).

En síntesis, el Uruguay en el que vivimos hoy, que pone fin a la emergencia sanitaria, es más desigual y más pobre que antes de la pandemia, con aproximadamente 400 mil personas viviendo por debajo de la línea de la pobreza y con uno de cada cinco niños y niñas en esa condición. La situación en los primeros tres meses del 2022 parece agravarse, con un salario real que continúa en caída, una inflación cada vez más alta y un dinamismo en el empleo que parece comenzar a enlentecerse. Sin un cambio en el rumbo de la política económica están dadas las condiciones para que continúen reproduciéndose las desigualdades. La emergencia sanitaria pasa, la emergencia social queda.

Federico Araya, Economista.

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