La Prescindencia de la República

“Lacalle intenta polarizar el debate sobre sí mismo, colocándose siempre en el papel de víctima”

Recientemente, el presidente de la República, Luis Alberto Lacalle Pou, tuvo un exabrupto y cometió un grave error o incurrió en una falta a la verdad al responder airadamente al presidente de FANCAP frente a un (legítimo y compartible) reclamo que el mismo le hiciera durante un acto en la ciudad de Minas.

También recientemente Lacalle Pou se fue de tono presidencial al increpar al secretario general de FENAPES, quien actuando como coordinador de la campaña por el SI en el próximo referéndum recriminó al primer mandatario el haber cambiado las reglas de juego de los mensajes finales de ambas corrientes de opinión. Esto es un hecho a todas luces evidente, ya que tras haber afirmado Lacalle Pou que jamás emitiría su mensaje de propaganda del No a posteriori del mensaje del Si, por que sería hacer trampa e inadmisible viniendo del Poder Ejecutivo, finalmente hablará en conferencia de prensa el 23, mientras que el Si emitirá un mensaje en cadena nacional el 22. Detalles no menores: un mensaje en cadena nacional es cuestión de unos minutos, mientras que una conferencia presidencial es un show televisivo que puede durar lo que dure, con periodistas que parecen punteros levantando centros. Además, como había dicho que jamás haría, Lacalle Pou hablará sabiendo lo emitido en promoción del SI. Si uno concuerda con la idea de que los mensajes del Si y el No salieran en cadena bajo un formato idéntico y que fueran entregadas sus grabaciones el mismo día y hora, sin ningún acceso de un equipo al contenido preparado por el otro, el comentario del secretario general de FENAPES es muy atinado y la molestia presidencial es, lisa y llanamente, incomprensible.

En paralelo, el ministro del Interior, Luis Alberto Heber quedó rojo de furia al responder a las reiteradas preguntas de la periodista Georgina Mayo, quien le planteara si emitir un mensaje de apoyo a policías bajo proceso judicial no es acaso romper con el principio de separación de poderes del Estado, un elemento básico de nuestra democracia. No es la primera vez que desde el gobierno se transmite el mensaje que las entrevistas deben ser sumisas, algún director de un conocido “informativo” televisivo ya había quedado sin trabajo por el “exceso” de las preguntas de la conductora del mismo en una entrevista.

A lo anterior, que parecen síntomas de un cierto estado de nerviosismo que uno se pregunta a qué 27 de marzo se debe, hay que sumar actos que navegan entre las aguas muy someras de la tilinguería y el peligroso mar abierto del desconocimiento de los valores republicanos.

El ministro Heber, en un acto del Partido Nacional en apoyo del No, al escuchar las explosiones de fuegos artificiales se permitió bromear sobre que ese tipo de ruidos eran los que se escuchaban en algunos barrios (en alusión a tiros, obviamente). La frivolidad superlativa del ministro y su claque es evidente y no merece ni comentarse. La insensibilidad y clasismo manifiesto al hacer motivo de chiste el sufrimiento real y concreto de quienes habitan en algunos barrios pobres a los que obviamente aludió implícitamente, es asqueante.

A nivel mucho menos grave, pero simbólicamente muy significativo, llama la atención el emperramiento del Herrerismo en generar mediáticamente la figura de la Primera Dama. Entendámonos: en el Uruguay no existe la figura de Primera Dama o Primer Caballero. El o la cónyuge de la persona que ocupa la presidencia es simplemente eso: cónyuge del jerarca. No tiene función específica alguna, ni privilegio particular ninguno, ni goza de ningún status particular. Pero así como en su momento Luis Alberto Lacalle Herrera transformó a Julia Pou en una estrella de su gobierno, con los festivales de Acción Solidaria que terminaron por catapultarla a la vida política al punto de ser electa senadora, en estos tiempos Luis Alberto Lacalle Pou parece insistir en que se use el apelativo “primera dama” para su esposa ( encomendándole presentaciones internacionales muy difundidas incluso), la señora Lorena Ponce de León, a quien no tengo el gusto de conocer y por lo tanto nada tengo ni a favor ni en su contra, pero sí sostengo la certeza de que no es nuestra primera dama, porque en nuestro país no existe tal figura.

Uno no puede olvidar la presencia presidencial y de buena parte del gobierno en un acto confesional en la Catedral de Montevideo, violatorio de un principio básico del espíritu republicano, como lo es la laicidad y la separación de la convicción religiosa personal y la investidura institucional de los más destacados servidores públicos.

Con estas cartas sobre la mesa, uno se pregunta si no hay alguna suerte de complejo o trauma no resuelto en el Herrerismo contemporáneo en torno al sistema republicano y sus valores. Al recordar los apologéticos textos que Lacalle Herrera dedicara al bestial dictador Francisco Franco, antirrepublicano fanático, católico ultraconservador bajo cuya sombra surgió el Opus Dei, uno siente que las piezas encajan y que, efectivamente, el Herrerismo de nuestros días sigue sin sentirse para nada cómodo bajo los marcos normativos, usos y costumbres de una República.

Desde esa óptica, la función que Lacalle Pou ejerce con singular dedicación es la Prescindencia de la República. El guiarse por valores ad-hoc, con motivos promocionales, con objetivos y límites marcados por sí mismo y no por los pautados por los contenidos explícitos y el espíritu implícito en nuestra normativa republicana.

Así se explican la primera dama inventada, el bromear con el sufrimiento de los pobres, el salir “con la pesada” ante críticas o reclamos absolutamente respetuosos y perfectamente fundados.

Lacalle Pou sabe que el 27 de marzo hay fuertes chances de que los 135 artículos de LUC sean anulados por las papeletas rosadas del Si. Para tratar de evitarlo, intentará polarizar en torno a sí mismo la discusión, colocándose siempre en el rol de víctima, con la complicidad de los medios hegemónicos que le rinden culto personal de muy poco republicana manera.

Lo hace porque sabe indefendibles en la discusión que se debe dar, de contenidos, los 135 artículos impugnados. Alcanza con mencionar que los artículos referidos a la Economía condenan al Uruguay al ajuste fiscal permanente (léase apretón de cinturones y pauperización de trabajadores, jubilados y pensionistas), al elevar dichos ajustes a la categoría de marco legal, que por lo tanto debe ser cumplido sistemáticamente por todo gobierno. Ese acto, además de lanzar al torbellino descendente de la pobreza a las grandes mayorías populares que cada vez menos pueden hacer y peor deben vivir, hace marco normativo a elementos centrales de la política económica por lo cual lesiona seriamente la calidad democrática pues es el ciudadano con su voto quien debería definir en las elecciones nacionales la orientación económica y fiscal. Por si fuera poco, no tiene nada de original: es el recurso medular de la constitución que dejó “de regalo” Pinochet al pueblo chileno al abandonar el poder, atar desde el marco legal los márgenes de maniobra de las políticas económicas, educativas, sociales, un real engendro que tras más de tres décadas el pueblo chileno aún lucha por erradicarlo por completo.

Los deslices reiterados son pues, fruto de la circunstancia, el miedo al triunfo de la papeleta rosada del Si el próximo 27 de marzo y del perfil ideológico gubernamental, con la gran carga de stress que genera el permanente ejercicio de la Prescindencia de la República.

Gonzalo Perera

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