Unas 24 horas después del anuncio de la elección de Gabriel Boric como próximo presidente de Chile, el gobierno uruguayo mediante un comunicado del ministerio de Relaciones Exteriores saludó “al pueblo y al gobierno de la República de Chile por la ejemplar jornada cívica que permitió elegir al nuevo presidente democrático del hermano país”.
El mismo domingo y apenas conocido el resultado de la segunda vuelta electoral en el país andino, el presidente Lacalle Pou, por intermedio de la red social Twitter felicitó al nuevo mandatario chileno: «Felicito al presidente electo de Chile, @gabrielboric y le deseo éxito para el bien del pueblo chileno», escribió el presidente uruguayo.
Ambas modalidades de reconocimiento forman parte de la amplia batería de recursos que, por intermedio de la diplomacia, los países suelen comunicar sus cercanías o sus tensiones.
Muchas veces, estas felicitaciones y declaraciones formales, no son más que eso: formalidades.
En el caso particular de Chile, que fuera “caballito de batalla” durante toda la pasada campaña electoral, al ser presentado como “modelo de economía” por el fugaz canciller Talvi, las comunicaciones del gobierno uruguayo serían “coherentes y sinceras”, aunque no más sea por las profundas afinidades ideológicas del herrerismo con el modelo neoliberal que hizo de Chile su lugar de ensayo con el máximo de cobertura de represiones e impunidades.
En el escenario actual, ambos “reconocimientos” y “saludos” son meras formalidades y la mejor evidencia de ello la aporta el padre del presidente uruguayo, Luis Alberto Lacalle Herrera.
Pocos días antes de la segunda vuelta electoral en Chile y en una “cumbre” organizada para exorcizar el miedo de la ultraderecha chilena y latinoamericana por el avance de las fuerzas de izquierda en la región, el expresidente uruguayo fue el orador principal del evento.
En el mismo evento, el candidato ultraderechista chileno José Antonio Kast, quien durante toda la campaña electoral se dedicó a sembrar el miedo entre chilenos, accionar que tuvo la misma intensidad con que ocultaba el pasado nazi de su familia, presentó su programa de gobierno.
La “cumbre” aupó y cobijó a lo peor de la ultraderecha en nuestro continente y en ella estaba, faltaría más, el “paladín” de la derecha uruguaya, el mismo que hoy, a escala nacional y por las mismas razones ideológicas, ha sido “designado” como “campeón” del gobierno en la lid que tendremos en marzo de 2022.
Si hay que creer en la sinceridad de nuestro mandatario y del gobierno que preside, hay que ubicar ambos saludos en este último escenario, a fin de cuenta la declaración más honesta que Lacalle Pou ha hecho a la ciudadanía, ha sido aquella donde reconoce “que el fruto no cae lejos del árbol”.
Rolando Arbesún