Parece evidente que, tras pasar una campaña electoral bastante tensa, tanto quien resulte favorecido por las urnas como quien no, deben hacer un llamado a la serenidad, “a bajar un cambio”, para evitar que se incendie la pradera de la sociedad. Más responsabilidad le cabe a quien fue favorecido por las urnas, obviamente, y mucho más aún si la ventaja que consiguió es de las dimensiones de un pelito. Pero aún mucho más le cabe si la tensión de la campaña, y en particular los eventos más cuestionables, fueron gestados, justamente, por el bando más votado.
Esta última precisión es muy importante porque ante las situaciones de conflicto social, siempre se dispara un discurso ingenuo (para no usar un calificativo más popular) por el cual “los problemas los generaron tanto los unos como los otros”. Una ingenuidad funcional para pensar poco y no comprometerse. Pero, además, que suele llevar a grandes equivocaciones y el que nos ocupa aquí, es un tal caso. Toda la campaña que condujo al referéndum del 27 de marzo, una verdadera proeza del campo popular de compromiso, reafirmación y fortalecimiento de la discusión democrática seria, interpuesta ante la urgencia neoliberal descontrolada, no tuvo nada de simétrico.
Para empezar, no hubo hinchas del Club Atlético Progreso metiéndose en el cuartel de la Guardia Republicana para buscar y requisar no se sabe lo qué. No, lo que hubo, y en plena veda, antes del partido Progreso-Cerro en el Abraham Paladino, la casa de “los gauchos del Pantanoso”, fue efectivos de la Guardia Republicana allanando el local que allí tiene Progreso para vender camisetas, banderines, etc. El que estuvieran buscando propaganda del SI, el Santo Grial u ojivas nucleares sólo puede agravar la situación, pero no explicarla, puesto que la intervención policial no debió haber tenido lugar. En efecto, se sabe que ni fiscal alguno, ni Progreso, ni la AUF, ni nadie con posible autoridad para solicitar un tal allanamiento, lo pidió. Por lo tanto, la irrupción policial en sí misma constituye una irregularidad flagrante y la investigación administrativa dispuesta por el Ministerio del Interior sólo puede tener como objetivo identificar de dónde vino esa orden, pero el hecho en sí, es inadmisible.
No pueden tampoco obviarse prejuicios de clase y de vínculos con el poder, porque nadie se imagina a la Guardia Republicana haciendo un procedimiento similar en el Gran Parque Central o en el Campeón del Siglo. O el surrealismo de objetar la entrada de dos hinchas que llevaban la camiseta especial confeccionada por Progreso con el rostro de Tabaré Vázquez, pues el Campeonato Uruguayo 2021 llevó su nombre. ¿Irá la guardia republicana a la AUF a allanar por ese homenaje? El disparate es tal, que sólo fue superado por el propio presidente de la República.
Lacalle Pou, tras conocerse el resultado prácticamente final del escrutinio de la Corte Electoral dio (una vez más) una conferencia de prensa e hizo todo lo contrario a lo que la razón sugería, que como se ha dicho, era “bajar la pelota al piso”. Muy por el contrario, con cara de pocos amigos y encendido por una soberbia que cuesta creer le entre en el cuerpo, el presidente sacó la pelota del Estadio.
Para empezar por lo más grosero, cuando estaba por terminar su oratoria, y sin que tuviera nada que ver con nada de lo que se había hablado, Lacalle expresó con gesto adusto su total solidaridad con los funcionarios policiales, que, según él, habían sido objeto de manipulaciones demagógicas para sacar renta política. La gravedad de este exabrupto es enorme. Piense usted, querido lector, en los funcionarios que habrán de instruir la investigación administrativa, reuniendo pruebas, recabando testimonios, etc., para finalmente indicar si hay hechos irregulares y cuál es entidad, como para que el Ministerio decida si corresponde un sumario. Esos funcionarios, que serán decisivos para la reacción ante este incidente, pertenecen al Ministerio del Interior, dependientes jerárquicamente del ministro Luis Alberto Heber y obviamente, del presidente Lacalle. Pues bien, el presidente les acaba de espetar a esos funcionarios su solidaridad con los investigados. Póngase por un momento en los zapatos de quien deben investigar ¿ No es acaso una presión enorme y completamente fuera de lugar la que resulta del posicionamiento público presidencial?
Es gravísimo lo que hizo el presidente en un desborde de soberbia e irreflexión, con su ya habitual descuido por las formas democráticas.
Pero políticamente, el plato fuerte vino cuando varias veces durante la conferencia mencionó que remitiría rápidamente al Parlamento el proyecto de reforma de la seguridad social, confesando que no lo había aún consensuado dentro de la coalición multicolor. Ese proyecto de reforma va a ser un torpedo bajo la línea de flotación para las grandes mayorías populares que deberán trabajar mucho más tiempo, hasta edad más avanzada, para al jubilarse cobrar menos. Pero en lugar de respirar hondo y hacer una conferencia “simpática” en la cual no anunciara absolutamente nada, como lo hizo decenas de veces por el tema de la pandemia, Lacalle gritó “retruco” la misma noche de unos resultados que deberían llamar su atención, pues confirman que aún bajo condiciones de virtual bloqueo para la difusión de ideas contrarias a su pensar, la mitad de la ciudadanía manifestó su desacuerdo respecto al proyecto con el que él mismo se embanderó.
Convengamos que si Lacalle dice cosas que hacen lucir a Manini Ríos como un tipo ponderado y sensato, Lacalle está en graves problemas. Pues bien, mientras el presidente “compadreaba”, el senador nunca desaforado dijo que había que tomar nota de los resultados, expresando que esta exigua diferencia de votos desaparecerá en breve sino se cambia y que es necesario dialogar y negociar. Manini parece así una persona mayor equilibrada y el presidente un impetuoso e irresponsable chiquilín. Independientemente de que los dichos de Manini sean en buena medida una factura interna, una forma de recordarle al presidente que no puede seguir actuando como si gobernara el Partido Nacional porque si los cabildantes le retiran el apoyo el gobierno queda congelado, de todos modos, es muy preocupante que el presidente luzca como un energúmeno al lado del general.
Por si quedaban dudas, al día siguiente el MEC emitió resoluciones tendientes a otorgar títulos universitarios en formación docente. Una cosa es que los docentes reciban formación universitaria, con lo cual estamos totalmente de acuerdo. Otra cosa es que, con la formación actual, mediante los mecanismos de acreditaciones que controla el MEC, se transforme un título que no es universitario en uno de tal rango. No se trata del envoltorio, sino del contenido obviamente, y esto lo decimos con el mayor respeto a la formación docente actual. Pero apoyarla, darle un nivel y funcionamiento propio a estudios universitarios, es muchísimo más que papeles, esos que llenan el ojo mientras la educación pública se va a pique por pérdida de horas docentes y condiciones de trabajo. Además, se anuncian nuevos aumentos de combustibles y el ministro Heber dice, muy suelto de cuerpo, que “le parece” que últimamente aumentaron los homicidios, aunque hasta el 27 repetía como letanía “descendieron los delitos”.
La soberbia e irresponsabilidad del presidente la noche del 27 no sólo fue muy desagradable, sino que fue muy grave por constituir una seria lesión a la investidura de la Presidencia de la República. Una soberbia lesión, literalmente.
Gonzalo Perera