Vivir para contarlo: la violencia institucionalizada de la policía en Estados Unidos

Rolando Arbesún
Timothy Caraway, es un ciudadano estadounidense que sobrevivió a los disparos de la policía el pasado año, durante un procedimiento de las fuerzas policiales en la ciudad de Pineville, en Carolina del Norte.
Aquél 1 de febrero, Caraway iba rumbo a la casa de su abuela y en el trayecto fue interceptado por agentes policiales quienes respondían a una denuncia que señalaba sobre la presencia de “un varón negro que apuntaba con un arma mientras caminaba.
Los funcionarios policiales, le ordenaron a Caraway que se arrodillara, orden que fue cumplida por el ciudadano norteamericano, sin embargo, toda vez que estaba en el suelo, tal y como se le había ordenado, dos oficiales de la fuerza policial abrieron fuego contra él, bajo el supuesto de que portaba un arma en el bolsillo de su campera.
Según informara el medio local The Charlotte Observer, Caraway ha presentado una demanda contra estos oficiales.
El reporte periodístico señala que Caraway declaró “que los policías siguieron disparándole a pesar de estar herido e indefenso en la acera” y posteriormente “conspiraron para justificar lo que habían hecho fabricando pruebas para encarcelarlo”.
El pasado mes de marzo, las autoridades presentaron un video, grabado por la cámara corporal de un agente, en el que se observa cómo los oficiales se acercan a Caraway, que se encontraba “temporalmente paralizado, y le ordenan que levante las manos”.
El audio de la grabación, permite escuchar como Caraway, ya herido, explicaba que no podía obedecer a dicha orden porque no sentía nada.
“Solo hice lo que me dijeron que hiciera. Me dijeron que dejara caer (el arma)», dice, llorando. “Me tiré al suelo. ¿Por qué me dispararon? Por favor, no me dejen morir”, son las frases de Caraway que pueden escucharse en la grabación.
El ahora demandante, es un hombre negro de 24 años que pudo sobrevivir tras sufrir heridas de bala en el hombro, el pecho, el cuello, la muñeca y al menos un dedo.
Según consigna el medio de prensa de Pineville, toda vez que fue dado de alta, Caraway fue acusado de ocho delitos, entre ellos, “cuatro cargos de agresión contra la autoridad por haber apuntado supuestamente con su pistola a los cuatro agentes”.
Las insuficientes pruebas presentadas contra Caraway, permitió que los cargos fueran rápidamente retirados por la Oficina del Fiscal del Condado de Mecklenburg.
De acuerdo al abogado defensor de Caraway, Micheal Littlejohn, este se encontró, de repente, “atrapado en un juego mortal en el que policías armados se abalanzaron sobre él, le dieron múltiples y contradictorias órdenes, y luego abrieron fuego en cuestión de segundos y siguieron disparando hasta que uno de sus colegas les gritó que pararan”.
Según el texto de la demanda presentada, agrega el The Charlotte, el sargento Nicholas French, quien era el oficial de mayor rango en el lugar de los hechos ese día, declaró a los investigadores estatales “que no había disparado su arma porque Caraway nunca levantó o extendió su pistola de forma amenazante”.
Las declaraciones de un testigo presencial, que aparecen en el documento de la demanda, señalaron que, Caraway “no hizo nada para desencadenar el uso de la fuerza letal por parte de las autoridades”.
“El exceso de la fuerza policial es incalificable (…) mi cliente no cometió ningún delito ese día. Punto. Y esto es lo que ocurrió”, enfatizó el abogado defensor, Micheal Littlejohn al medio de prensa.
“La nueva demanda acusa a la ciudad de Pineville y a los agentes Adam Roberts y Jamon Griffin, que efectuaron los disparos, así como a Leslie Gladden y Nicholas French, de uso excesivo de la fuerza, persecución maliciosa, fabricación de pruebas y falsa detención, entre otras reclamaciones”.
Las acusaciones no han sido comentadas por las autoridades, aunque ya en el mes de marzo, el jefe de policía, Michael Hudgins, había confirmado que Caraway “inicialmente levantó las manos cuando se lo pidieron los oficiales”.
El alto funcionario de la policía aceptó “que los agentes confundieron inicialmente el teléfono móvil del joven con una pistola” y justificó que los agentes abrieran fuego cuando el detenido “se llevó la mano a los bolsillos, donde en realidad llevaba un arma”.
Aunque las leyes estatales y federales de EE.UU. permiten a la Policía usar la fuerza letal “solo si perciben razonablemente una amenaza inminente de muerte o lesiones graves para ellos mismos, otros oficiales o transeúntes”, lo cierto es que este tipo de “episodios” no sólo son recurrentes, sino que, siempre se localizan, mayoritariamente, sobre la población negra del país del Norte.
Datos sobre el número de personas muertas a manos de la policía norteamericana indican, por ejemplo, que, durante 2019, la policía mató a tiros con pistolas a 589 personas que no iban armadas.
La estadística señala que, en Estados Unidos, la policía mata a más de 1.000 personas al año, y en el caso de los afroamericanos, estos tienen tres veces más posibilidades que un blanco de morir a manos de la policía y es más probable que esté desarmado en el momento de su muerte.
La cifra de muertes a manos de la policía norteamericana es superior, por ejemplo, a las que se producen por parte de las fuerzas policiales alemanas, donde se reporta un número de 10 muertes anuales, lo que indica que “los agentes estadounidenses matan en cuatro días lo que sus pares alemanes en todo el año y aún les sobra algún muerto”.

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