Fuentes (poco) confiables

Las fuentes son para los periodistas un elemento fundamental de su profesión, sin ellas verían dificultadas sus investigaciones y hasta podría decirse que sin fuentes (confiables) es cuasi imposible llegar –muchas veces- a la verdad.

Las fuentes deben ser varias para que robustezcan el músculo de la noticia a desarrollar, haciéndola veraz, de ahí su tremenda importancia. Por eso es que es importante que las fuentes sean de confianza o que, por lo menos, tengan un grado de veracidad que permitan orientar cualquier investigación. Cuando el dato se cae por la razón que fuere, eso debilita la fuente al extremo de hacerla no confiable o –directamente- falsa.

El caso viene a relación de la filtración de un dato sensible sobre una espirometría en el siniestro fatal que costó la vida del extinto senador Adrián Peña. La información primaria del dato respecto al conductor embestido por aquel resultó falsa, pero el daño se consumó. Todo, por confiar en una fuente que no fue confiable…

Triste final

La noticia impactó a todo el espectro político y a la sociedad canaria mucho más; un referente de sus pagos, reconocido por su labor política y su actividad comercial moría en un trágico accidente que involucró a un trabajador que volvía a su hogar tras su jornada laboral.

Las imágenes fueron elocuentes y rápidamente se confirmó lo peor: Adrián Peña había fallecido víctima de las lesiones recibidas. Una triste noticia que enlutó a toda la clase política uruguaya, se había ido un tipo bueno que había cometido errores como cualquiera, pero que abonaba un don de gente y una simpatía que muchos respetaban.

Como involuntario protagonista de este siniestro estaba un muchacho que salía de su trabajo en el frigorífico y tuvo la desgracia de coincidir en hora y lugar para ser embestido por la camioneta guiada por Peña. Un joven que resultó gravemente herido en la instancia y al que rápidamente se le endilgó un nivel de alcohol en sangre no permitido, tras la divulgación de una espirometría impropiamente realizada y peormente filtrada a los medios de prensa.

Por suerte estaba en la escena una fiscal que rápidamente intentó –con relativo éxito- impedir que ese dato fuera dimensionado, pero el daño ya estaba hecho. Los titulares fueron que el extinto senador había protagonizado un siniestro de tránsito que le costó la vida chocando contra otro vehículo cuyo conductor conducía sin libreta y con 0,29 de alcohol en sangre. Todo eso a pesar que la propia fiscal –Zapater- expresó que no correspondía considerar como determinante el dato ante una escena contaminada como esa. En efecto, en la camioneta de Peña se transportaban unas cajas de vino que estallaron con el impacto contaminando la escena e inundando de un intenso olor a vino el ambiente. En tanto, al conductor del otro vehículo, semi-inconsciente y con dificultad para respirar, se le practicó una espirometría viciada de nulidad en casos como el descrito. La fiscal lo hizo saber a cuanto medio pudo, pero… los titulares ya inundaban las redes y la noticia era que Peña murió en un choque contra un conductor alcoholizado.

Algo habrán hecho

Este hecho que parece aislado, se repite en otros ámbitos y otros asuntos no menos importantes que tienen que ver con la seguridad de todos los uruguayos. Más precisamente con el derecho que tenemos todos a la reserva de cierta información que si bien es o puede ser relevante para la justicia, no requiere de la inmediatez con que se brinda como parte de una noticia. Tal es el caso de los homicidios y el recurrente dato de los antecedentes de las víctimas.

Así como aquel dato de la espirometría se brindó de forma primaria e irresponsable, aportar los antecedentes de las víctimas de homicidios nos recuerda a una especia de condena anticipada de las mismas: algo habrían hecho, por eso los mataron.

Ocurre que, muchas de esas víctimas, pudieron tener sus antecedentes judiciales y haber cumplido con su proceso de condena y no por ello tenían que sufrir una ejecución civil que se adicione a su muerte física. Muchos, pudieron haber cumplido sus condenas y haber recuperado la inserción social que un día los llevó por mal camino. De lo contrario estaríamos admitiendo una suerte de pena de muerte justificada por sus antecedentes y, vulnerando el derecho a un debido proceso y a ser sometido a un proceso de rehabilitación que todo individuo tiene asegurado en la propia Constitución.

Todo indica que la difusión responde a motivos que no serían otros que justificar la impresionante ola de homicidios que aqueja a la sociedad uruguaya. “Se la están dando entre ellos”, justificaba el fallecido Larrañaga cuando fungía como ministro. 

En suma, la vertiginosa tarea del periodismo confunde muchas veces los roles y hasta el cometido de su labor en beneficio de estar en la agenda. En esa carrera por ser los primeros se vulneran derechos que pueden pasar desapercibidos para muchos mas no así para la/s víctima/s que son objeto de escarnio público.

Así, el caso del conductor embestido por Peña es un claro ejemplo de ese apuro por dar una noticia que pudo tener el agravante de un contexto político que intentó minimizar la responsabilidad que le costó la vida al causante del siniestro. El joven trabajador –al igual que el fallecido Peña- resultaron negativos a la existencia de alcohol en sangre, lo que devuelve justicia a una información falsa y apresurada que dejó en evidencia la falta de profesionalismo de una Policía Caminera que no solo filtró el dato, sino que realizó una espirometría en una circunstancia en que no se aconseja dicha práctica (víctimas traumatizadas graves).

La verdad, como la justicia, muchas veces tarda, pero al final llega. Así como llegó en este caso donde la primicia por informar se llevó por delante derechos que debieran protegerse por todos y en cualquier circunstancia, sea esta un choque de tránsito o un homicidio.

Así como en este caso la verdad llegó rápidamente para disipar cualquier duda, es difícil que repare todo el daño causado en redes sociales; mucho más difícil es en el caso de los homicidios donde las víctimas no tienen –la mayoría de las veces- quien defienda su memoria dejando en el aire la cruel consigna de que murieron porque “algo habían hecho”.

Por eso es que antes de informar a las apuradas es aconsejable reunir información de fuentes confiables…

el hombre escuchó a una fiscal,

el perro ladró un desagravio…

Fernando Gil Díaz – «El Perro Gil»

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