Presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Foto Agencia Xinhua.

Trump y la presidencia imperialista

Rony Corbo

El retorno de Donald Trump a la Casa Blanca rodeado por la plutocracia monopólica y financiera de Wall Street, llevo a que la revista británica “The Economist” la definiera como un “presidencia imperialista”.

Y razones no le faltan a la revista británica, repasemos. Entre la “élite” que llevó a Trump a la Casa Blanca y se hicieron presentes en su asunción figuran: Elon Musk, propietario de la automotriz Tesla, la empresa espacial Space X y la red social X (Twitter), con un patrimonio neto reportado de 433 mil millones de dólares; Jeff Bezos, de Amazon y Blue Origin (239 mil millones); Mark Zuckerberg, de Meta (211 mil millones); Larry Ellison, de Oracle (206 mil millones); la israelí-estadounidense Miriam Adelson, heredera del imperio de casinos Las Vegas Sands y mega donante republicana (32 mil millones); el magnate de los medios Rupert Murdoch (22 mil millones); Brian Armstrong, de Coinbase (12 mil millones); Peter Thiel y Alex Karp, ambos de Palantir (10 mil millones y 4 mil millones, respectivamente); Tim Cook, de Apple, y Sam Altman, de Open AI (ambos con 2 mil millones), y Sundar Pichai, de Alphabet, matriz de Google (mil 100 millones). Muy atrás aparece el propio Trump con un patrimonio de 6 mil 800 millones de dólares, acompañado de John P. Morgan (Banca Morgan), Cornelius Vanderbilt (industria ferroviaria y marítima), Andrew Carnegie (US Steel) y John D. Rockefeller (Standard Oil), Warren Buffett (Berkshire Hathaway), George Soros (Grupos Carlyle y Bilderberg), Bill Gates (Microsoft), Michael Bloomberg (Bloomberg LP, comunicación) y Larry Fink (Black rock).

Esta plutocracia asume el poder político en los Estados Unidos, desatando una rápida ofensiva, destinada a recuperar espacios, en la ya muy erosionada hegemonía mundial de los EEUU. Algunos con cargos de gobierno como el propio Elon Musk, quien saludó la asunción de Trump con un saludo nazi.

Sabedores de que el gran tablero mundial ha cambiado y que el fin del unipolarismo que caracterizaría el final del siglo XX y el inicio del XXI ha llegado, Trump y “sus amigos” inician una guerra comercial contra sus tres principales socios comerciales: China, Canadá y México, que es total expresión del declive imperial, con insospechados impactos, incluso dentro de los EEUU lo que podría acelerar su caída imperial.

Amenazas sobre Latinoamérica y el Caribe

La Doctrina Monroe y la Doctrina del “destino manifiesto”, que considera que Estados Unidos es la nación “elegida” y destinada a expandirse sobre el resto de “las Américas” es la base de la política internacional de Trump.

La versión trumpista del monroísmo posiciona a Estados Unidos como el ente rector de los asuntos en el hemisferio occidental, y lo coloca en el centro del mapa con la intención de dominar continentalmente tanto el paso del Noroeste con la posibilidad de proyectar su poder naval desde Canadá y Groenlandia, atravesando su influjo geopolítico hasta la Tierra del Fuego, donde cuenta con la garantía vasallesca de Javier Milei. 

Por eso en su gabinete predominan los halcones del complejo militar e industrial, los magnates financieros, los sionistas y la gusanería de Miami, encabezados por el secretario de Estado Marco Rubio y Mauricio Claver-Carone, elegido enviado especial del Departamento de Estado para América Latina para «restaurar el orden» en la región.

La primera gira de Marco Rubio fue por nuestra región, dejando claro que la administración Trump prestará especial atención a América Latina y el Caribe, y que combatirá a sus dos enemigos: China y los gobiernos de izquierda del continente nucleados en el Foro de Sao Paulo. 

La amenaza de recuperar para Estados Unidos el Canal de Panamá, porque “se lo devolvimos a Panamá y no a China” ejemplifica la definición anterior, no recordando que el Tratado Torrijos-Carter, garantizan la neutralidad del canal y el control panameño sobre él. 

Ya juramentado, Trump anunció que cambiaría el nombre del golfo de México por golfo de América, una clara agresión simbólica contra su vecino sureño, del que se apropió en pleno siglo XIX del 55% de su territorio. Trump anunció aranceles del 25% a las exportaciones mexicanas a Estados Unidos, lo que fue rechazado por la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, quien se plantó y logró una mesa de conversaciones.

Ahora es el turno de Perú, con la pretensión de sancionar a los países y navíos que operen en el megapuerto peruano de Chancay, construido por los chinos, y operado por una empresa estatal china Cosco Shipping.

China, el verdadero enemigo

La rivalidad económica, es la esencia del enfrentamiento entre Estados Unidos y China en particular en América Latina y el Caribe. Los crecientes lazos económicos de China en la región, incluidas las inversiones masivas en infraestructura a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta de la Seda, a la que se han adherido veintidós naciones latinoamericanas y caribeñas. 

El presidente Joe Biden intentó contrarrestar la Iniciativa de la Franja y la Ruta con su «Alianza de las Américas para la Prosperidad Económica», que presentó en la Cumbre de las Américas de 2022. La calificó de «nueva y ambiciosa agenda económica». Sin embargo, ante el fracaso de esas iniciativas y con Trump, las perspectivas para la inversión estadounidense en América Latina son probablemente peores. Lo que si está claro es que con Trump “el juego a dos puntas” con EEUU y China se terminó. Ahora será “estás conmigo o sos mi enemigo. Esto se llamó, se llama y se llamará IMPERIALISMO.

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