“El presidente de la República sale débil”

Oscar Botinelli analizó para EL POPULAR los resultados del referéndum del domingo.

En diálogo con EL POPULAR, el politólogo y presidente de FACTUM, Oscar Botinelli, analizó los resultados del referéndum, sus consecuencias jurídicas y sobre todo políticas. Afirmó que el presidente de la República, Luis Lacalle Pou “sale débil” fundamentalmente porque identificó al No “con su propia persona”.

Botinelli también indicó que la Ley de Urgente Consideración (LUC) se mantiene y que, “desde el punto de vista jurídico” es “incuestionable su vigencia”, sin embargo “al no haber obtenido el apoyo de la mayoría absoluta de los votantes, es una ley con un sostén ciudadano endeble”.

El politólogo señaló que el Frente Amplio obtuvo “el alta clínica” luego del impacto de la derrota electoral de 2019, pero opinó que esto no quiere decir que “este fuerte”.

Destacó que, luego de los pronunciamientos públicos del Frente Amplio y de Cabildo Abierto hay una “mayoría parlamentaria” favorable al diálogo.

-Oscar, antes del referéndum planteaste con insistencia que del resultado se podían hacer varias lecturas. La más obvia de si se mantenían o no los 135 artículos de la LUC, pero también del nivel de respaldo que obtuvieran el Si y el No se podían hacer lecturas más políticas. ¿En esos dos planos que nos dejó el resultado del domingo?

Lo primero es muy simple: la LUC se mantuvo. No importa la dimensión de los votos. Aunque, más allá de lo incuestionable de su vigencia desde el punto de vista jurídico, al no haber obtenido el apoyo de la mayoría absoluta de los votantes, es una ley con un sostén ciudadano endeble

Importa ver por separado las lecturas políticas de las distintas manifestaciones de voto. Las conclusiones importantes son: Uno. El presidente de la República sale débil, especialmente por haber identificado el voto por No con su propia persona. La debilidad del presidente supone a su vez una debilidad global del gobierno y de la Coalición Multicolor, además de hacer aflorar las contradicciones en la Coalición. Dos. La izquierda pierde el referéndum y los sufragios obtenidos son inferiores al balotaje, aunque superiores a la Elección Nacional. Se puede decir que el resultado le permite respirar, mirar de igual a igual al oficialismo, y quizás lo más importante, obtiene el alta clínica luego del golpe recibido con la pérdida del gobierno en 2019 y el retroceso consecuente en las elecciones departamentales de 2020. Pero, atención, es volver a respirar con normalidad, no a estar fuerte. Las pérdidas habidas en 2019 respecto a los años anteriores, se mantienen. Tres. Aflora una vez más, como en julio de 1973 o a la salida de la dictadura, la contradicción en la conducción política de la izquierda entre fuerza política por un lado y movimientos sociales por otro. Cuatro. Se exhibió con claridad las dificultades del Frente Amplio en construir una conducción política sólida, que no es lo mismo que armar una conducción de la estructura partidaria. Tema complejo porque esa pérdida de conducción no es nueva, sino producto de un largo proceso de debilitamiento, que se entronca con la renovación biológica en el Frente Amplio en tanto tal y dentro de sus principales corrientes internas.

-Con los números primarios ¿Qué conclusiones se pueden sacar de los mismos?

Hay que tener cuidado al analizar los porcentajes sobre el total de votantes, porque los votantes reales son unos 120 mil menos que los votantes potenciales, es decir, los que debieron haber concurrido para mantener la misma participación habida tanto en octubre como en noviembre de 2019. Hay ahí un número importante de electores cuya conducta política es necesario desentrañar en futuros estudios, pero que a priori significa que son indiferentes o refractarios a las decisiones políticas. Una parte menor son residentes en el exterior que esta vez no se trasladaron, pero el grueso son personas que viven aquí y que van a justificar el no voto o pagar la multa.

Sobre el total de votantes, proyectados los votos observados, se obtiene que el NO quedará en el 48,2%, el SI se situaría en el 46,9%, el voto en Blanco en el 1,3% y el Anulado en el 3,6%. El voto En Blanco esta vez es a favor de la LUC, pero implica una señal de alerta al presidente, según manifestaron algunos de los impulsores y también surge de expresiones obtenidas en entrevistas personales. El Anulado es esta vez el único voto neutro y refleja exactamente el mismo porcentaje del voto neutro de 2019, entonces con la suma del anulado con el voto en blanco.

El voto a octubre 2019 así como el voto global en las elecciones departamentales 2020 son plurales, emitidos en varias opciones, por lo que es necesario a efectos comparativos agruparlo en dos grandes bloques. Hay en ese momento tres partidos neutros (PERI, el de Gustavo Salle, Partido Digital) cuyo electorado se dividió grosso modo por mitades en el balotaje, por lo que corresponde que la mitad de cada conjunto se adjudique a cada bloque.

De ello resulta –en números redondos- que la Coalición Multicolor Ampliada registra en octubre 2019 un 55%, en noviembre (Lacalle Pou), 49%; en setiembre 2020, 50% y en marzo 2022, 48%. Resulta fuera de toda duda que la Coalición Multicolor no ha logrado conservar entre un 5 y un 7% del electorado, que se ha fugado o hacia actitudes refractarias o hacia la izquierda y se ha mantenido luego en un rango del 48-50%.

La izquierda (básicamente Frente Amplio, pero también Unidad Popular y Partido de los Trabajadores), en forma ampliada logró –en número redondos- el 41% en octubre 2019, 47% en el balotaje, 40% en las departamentales y 47% en el referéndum. Entonces, se observan dos comportamientos distintos: un núcleo sólido del 40-41% y un abanico flexible de unos 6 puntos porcentuales, que se vuelcan hacia la opción de izquierda en disyuntivas binarias, pero se desprenden de la izquierda en escenario múltiples.

-Dijiste que hay que tener cuidado con los porcentajes ¿qué se extrae de los votos?

Surge una conclusión preocupante para todo el sistema político: la caída generalizada de las dos grandes opciones. El NO/Coalición Multicolor/Lacalle Pou pierde de noviembre 2019 a marzo 2022 la suma de unos 80 mil votos. A su vez el SI/Izquierda pierde en el mismo periodo unos 74 mil votos. Mientras que se robustece el voto neutro, refractario o indiferente, que se expresa en el voto anulado o la abstención manifiesta.

En términos porcentuales sobre el total de votantes potenciales (2:420.000), el oficialismo registra un 46% y la oposición un 45%.

Primero que todo, es sorprendente que haya políticos, analistas y comunicadores que piensen que el presidente se fortalece al perder unos 80 mil votos. Eso aquí y en el mundo es una señal de debilitamiento. Pero también es relevante que la izquierda pierda del balotaje a ahora la suma de 74 mil votos. Nadie tiene nada para festejar y todo el elenco político recibe señales amarillas. Y eso debe procesarse con mucha tranquilidad y mesura.

-Con este resultado: ¿es justo decir que Uruguay se parece más al del resultado del balotaje y el de este domingo que al de octubre?

Quizás lo más claro, al comparar las dos elecciones de 2019, las departamentales de 2020 y el referéndum último, que el país está más cerca del 5-4-1. Unas cinco décimas (quizás un poquito menos) del lado del bloque que agrupa a los partidos de la Coalición Multicolor. Cuatro décimas (quizás un poquito más) del lado de la izquierda. Y la restante décima parte del electorado, alrededor del 10% del total, que se compone de dos subconjuntos: los votantes neutros (refractarios o indiferentes) que alcanzan el 4% y otro 6% de voto oscilante.

Este segmento es muy importante. Grosso modo está constituido por personas con una trayectoria anterior de voto al Frente Amplio (o nuevos votantes de hogares frenteamplistas) y que luego se movieron hacia partidos de la Coalición Multicolor, pero no hacia la Coalición en sí y mucho menos hacia lo que representa Lacalle Pou.

La mitad de ese electorado oscilante se ubica en la clase media o media alta, de niveles educativos altos o medio altos, identificado con la figura de esa mitad del Frente Amplio que en 2009 se reflejó en Danilo Astori. Ese voto emigró hacia Ernesto Talvi y hoy no tiene un referente que lo capte (el elenco presidencial ahora impulsa para tal propósito la figura de Pablo Mieres).

La otra mitad de ese electorado oscilante se ubica en el subproletariado o el segmento inferior del proletariado, de niveles educativos bajos o medio bajos, identificado con la figura de esa mitad del Frente Amplio que en 2009 se reflejó en Pepe Mujica. Ese voto emigró hacia Guido Manini Ríos, y hoy sigue siendo un área de disputa entre el Frente Amplio y Cabildo Abierto.

-El presidente de la República en sus dichos del mismo domingo anunció la aceleración del programa de la coalición y del Herrerismo, incluso habló de aspectos de la política internacional, dio la impresión de tomar el resultado como un aval para todo su programa de gobierno. ¿Es una lectura correcta del resultado? ¿El gobierno debería cambiar en algún aspecto su accionar?

Antes que nada, una precisión: Lacalle Pou no es el Herrerismo. El Herrerismo es una de las tres columnas de Todos Hacia Adelante que es el conjunto que lidera Luis Lacalle Pou, pero su sector específico es Aire Fresco. En Montevideo el Herrerismo se identifica con la Lista 71 y su presidente es Luis Alberto Lacalle Herrera, mientras que Aire Fresco se identifica con la 404, y luego está el Espacio 40. Esta distinción no es una exquisitez académica, sino que entre la ideología del Herrerismo y la de Lacalle Pou hay matices importantes, o más exactamente el Herrerismo tiene una ideología clara mientras que Lacalle Pou tiene un conjunto de ideas o sensibilidades que se expresan más en definiciones concretas de carácter puntual.

Dicho esto, lo que resulta claro es que Lacalle Pou tiene una concepción peculiar de la estructura del sistema de gobierno uruguayo. Él lo ve como si fuese el sistema norteamericano o mexicano, en que “El Gobierno” lo es el presidente de la República y “La Coalición” es estrictamente una coalición legislativa, para la aprobación de leyes. Que como jefe único del gobierno no tiene que consultar a ningún socio ni en la adopción de medidas ejecutivas (decretos, resoluciones), ni en nombramientos que no requieran venia senatorial ni en las decisiones de política exterior.

También una parte de la Coalición, especialmente blancos y colorados, han exhibido una visión crítica de los institutos de democracia directa, como que afectan la democracia. En el mes de febrero nos tocó escribir una serie de artículos, con impronta académica, sobre la democracia directa en Uruguay. Allí demostramos varias cosas. La primera, que en la Constitución de 1934 se define a la República como una “democracia republicana” y se elimina la definición de “democracia representativa”. La segunda es que en este texto constitucional se dice que la soberanía “será ejercida directamente por el Cuerpo Electoral en los casos de elección, iniciativa y referéndum, e indirectamente por los Poderes representativos que establece esta Constitución”. Vale decir, el Cuerpo Electoral predomina sobre los poderes representativos, dentro de las reglas establecidas en la Constitución y las leyes, pero no es anormal, no es un palo en la rueda. De donde, no es válido considerar que si hace dos años se votó un programa determinado, no se cambia por cinco años. Esa visión no está acorde con el diseño institucional del Uruguay.

Se olvida que ni la democracia directa ni el referéndum fueron instituidos por la izquierda. La democracia directa –sí apoyada por la izquierda- fue impulsada en 1934 por los colorados Gabriel Terra y Pedro Manini Ríos, y el caudillo blanco Luis Alberto de Herrera. Y el referéndum nacional fue impulsado por los colorados reformistas, encabezados por el general Oscar Gestido y Jorge Batlle, con un papel relevante de Julio María Sanguinetti.

-Antes de conocerse el resultado desde el SI, y particularmente a través de Fernando Pereira presidente del FA, pero no solamente, también lo hicieron Carolina Cosse y Yamandú Orsi, se habló de la necesidad de un diálogo para abordar los problemas principales del país. Además, Manini acaba de decir algo muy parecido a lo que dijeron Pereira, Cosse y Orsi antes de las elecciones, una Mesa de Diálogo. ¿Cómo ves esa idea y su proyección?

En realidad, Guido Manini Ríos hizo este planteamiento un año atrás y lo aterrizó en la puesta en marcha del Consejo de Economía Nacional, creado en la Constitución de 1934, legislado en la primera presidencia de Tabaré Vázquez, pero nunca puesto en marcha. Concretamente en aquel momento, y el jueves previo al acto electoral, llamó a un diálogo entre todos los partidos, trabajadores, pequeños y medianos empresarios de todos los sectores productivos, y académicos.

Lo que resulta claro que hay una clara mayoría parlamentaria que promueve el diálogo nacional. Es muy interesante ver que el presidente, cuando habla de diálogo, se refiere estrictamente al plano legislativo, de elaboración de leyes. Y el diálogo que ha impulsado Beatriz Argimón es en su calidad de presidente del Parlamento y a los efectos de elaborar una agenda legislativa. No se ha abierto ningún diálogo para política de gobierno. Ello es coherente con la visión del sistema institucional que tiene Lacalle Pou y su concepción sobre el papel del presidente.

Lo que Uruguay tiene por delante son dos tipos de agenda. Una es la agenda de corto periodo, la que se relaciona con los tres años que restan del actual tiempo de gobierno. Cabe recordar que temas tan trascendentes como la regulación portuaria o la reforma educativa, no necesariamente requieren ley, y se pueden hacer de manera administrativa, por decretos y resoluciones del Poder Ejecutivo o de un ente autónomo (en educación, por ejemplo, ANEP). Por tanto, un diálogo legislativo deja fuera estos asuntos.

La otra es la agenda de temas de largo periodo, que atraviesan varios gobiernos. En los temas de largo periodo importa saber si va a haber políticas de consenso, de amplio apoyo, que aseguren su permanencia fueren cuales fueren los cambios de gobierno que se produjeren en 2024, en 2029, en 2034 o más adelante aún. O si va a haber políticas elaboradas por una mayoría que pueden durar lo que duren esas mayorías. Entre estos temas está nada menos que la reforma de la seguridad social o la regulación de los medios de comunicación audiovisual.

El gobierno, entendido como lo entiende el presidente, es decir, como el Poder Ejecutivo de impronta presidencial, en los temas de largo periodo afronta dos problemas. Uno es si efectivamente funciona la Coalición Multicolor y cuenta con las mayorías parlamentarias necesarias (eso no está asegurado). El otro es la amenaza de los institutos de democracia directa. Que ahora, a dos años y medio de las próximas elecciones, la amenaza es más fuerte, porque ya no lo es el referéndum, sino que lo puede ser el plebiscito constitucional.

Un referéndum requiere juntar un número de firmas equivalente al 30% del electorado residente en el país (25% del padrón). Un plebiscito constitucional requiere un 12% (10% del padrón). Es mucho más accesible. Además, es simultáneo con las elecciones, con lo que impacta sobre el debate eleccionario. Esta espada de Damocles hace que opere como un freno al intento de reformas legislativas profundas que no sean producto de un consenso, de un amplio acuerdo.

Pero no frena las acciones que pueden adoptarse por vía exclusiva del Poder Ejecutivo o la administración.

Gerardo Mazzarovich

Compartí este artículo
Share on whatsapp
Share on facebook
Share on twitter
Share on telegram
Share on email
Share on print
Temas